sábado, 16 de agosto de 2014

Posesion y gobierno divino (2) 16 agosto




¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás? ¿Y a ustedes montañas, que saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas? ¡Tiembla, oh tierra, ante el Señor, tiembla ante el Dios de Jacob!  Salmo 114:5-7


En la historia de la salida del pueblo de Israel de Egipto y su posterior entrada a la tierra prometida, el papel del desierto es significativo, pero no se le menciona en este salmo; el desierto desaparece junto con la generación infiel que fue sepultada en él. ¿Cuál es la razón para ello? Porque en la vida de fe no existe el desierto. El mar -el límite del lado de acá- ve a nuestro Maestro y huye; el Jordán -el límite del lado de allá- ante su presencia vuelve atrás. El desierto es para los incrédulos que no entrarán en el descanso.

Nosotros hemos entrado a una tierra hermosa. Las montañas y las colinas más pequeñas no constituyen barreras insalvables. Ante la presencia del Maestro el desierto deja de ser desierto. Pero a veces Él considera conveniente remover aun las pequeñas bendiciones terrenales que son su propio regalo. Él ha prometido -prometo no amenazo-: “Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra. Sino también el cielo.” La expresión “aún una vez” indica la remoción de lo que puede ser removido -esto es, las cosas creadas- así que lo que no puede ser removido permanecerá. (Hebreos 12:26-27).

Tal vez a veces no nos damos cuenta de cuánta razón tenemos para la gratitud cuando el amoroso Padre remueve algún sostén o apoyo que puede ser removido, en el cual confiábamos  demasiado, en vez de confiar solamente en la Roca de los siglos; un apoyo que estaba eclipsando -en alguna medida- nuestra visión del Reino de Dios. Tal vez Él se dio cuenta que nos complacíamos confiando en nuestros remos, o quizá en un embarcadero que nos aseguraba contra la corriente pero era incompatible con nuestro avance aguas arriba, y con el batallar con corrientes peligrosas, lo cual es un entrenamiento  necesario para futuras victorias.

Vendrá un día futuro en el cual no solamente el mar huirá y el Jordán volverá atrás, sino que el mismo cielo y la misma tierra huirá ante la presencia del Señor, del Dios de Jacob. Es con este Dios Todopoderoso que tenemos que tratar, no con montañas y colinas, con mares y ríos. Tal vez no estemos contentos con ninguna de nuestras circunstancias, o ninguno de los ambientes que nos rodean, pero recordemos lo que el Señor nos ha prometido: “nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Hebreos 13:5).

ORACIÓN. Señor, solo Tú eres mi ayudador. No temeré. ¿Qué me puede hacer el hombre? Remueve de mi vida los puntos de apoyo diferentes a ti, y fortaléceme para tu servicio. Amén.


HUDSON TAYLOR - (Devocional diario “SECRETOS ESPIRITUALES”)







TRADUCCIÓN