“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está
escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como
ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8:35-39
Durante el tiempo que
Amanda había vivido con sus abuelos, pudo hacerse de un grupo de amigas
cercanas en la iglesia. Un verano fue con ellas a un retiro de la iglesia. ¡Qué
semana maravillosa! No veía la hora de volver a casa y contarle a sus abuelos.
Pero cuando llegó, se enteró de que habían tenido que internar a su abuela en
el hospital y que sus abuelos ya no la podían cuidar. Habían hecho los arreglos
para que se fuera a vivir con una tía en otra ciudad, y ésta la venía a buscar
al día siguiente. Amanda no podía hacer nada, así que al día siguiente tuvo que
partir.
Cuando llegó a la nueva
ciudad, extraña para ella, se sintió aislada de sus amigos y seres queridos. Su
dolor y tristeza fueron sus constantes compañeros por varios meses.
Es probable que hayas
establecido lazos profundos con los seres que amas, tanto que cuando tus padres
se van por un fin de semana los extrañas, o cuando vas a un retiro o campamento
sin tus amigos o familiares, los echas de menos.
Estas son separaciones
cortas que terminan pronto. Pero tarde o temprano todos enfrentamos una pérdida
o separación que no tiene remedio. Aun cuando nunca tengas que enfrentar una
situación tan grave como la de Amanda, la soledad y la tristeza te pueden
atacar desde muchas direcciones:
-Todos van creciendo. Martina descubrió que al ir
creciendo, sus amigas ya no compartían sus intereses o su concepto del bien y
del mal.
-La gente se muda. Esteban perdió a sus amigos cuando
a su papá lo promovieron y tuvieron que mudarse a otra ciudad lejana.
-Las familias se desintegran. Cuando se divorciaron los padres
de Blanca, ella terminó viviendo lejos de sus amigas de toda la vida, lo que
hacía casi imposible verlas.
-Los seres queridos mueren. Tito descubrió que no hay nada más
doloroso que perder un amigo a la muerte, y duele cuando uno pierde un padre,
abuelo, hermano, amigo y hasta un animalito doméstico.
-Todas las relaciones cambiarán un día. Ese no es un
pensamiento alegre. Pero aquí tienes un pensamiento que pone a todas esas
relaciones cambiantes en su verdadera perspectiva: Jesús está siempre con
nosotros. No se mudará ni morirá. Sus sentimientos por nosotros nunca
cambiarán.
No sólo es Jesús un
amigo fiel, permanece muy cerca nuestro cuando nuestros amigos van cambiando.
¡Jesús es el amigo que nunca podemos perder!
JOSH MCDOWELL - (Dev. "VIDA
NUEVA PARA EL MUNDO”)