“El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.” Números 6:24-26
Difícilmente podemos dejar de ver en esta triple bendición la gracia del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo a la luz de la revelación plena del Nuevo Testamento. Si la miramos de esta manera, podemos ver en estas palabras mayor belleza y propiedad. Empecemos, entonces, con la primera frase, la bendición del Padre.
Considerándola como una bendición del Padre, ¿Podría otra cosa ser más apropiada que “El Señor te bendiga y te guarde”? ¿No es esto, lo que cada padre amoroso procura hacer, bendecir y guardar a sus hijos? Un padre no considera lo anterior una tarea desagradable sino su más grande deleite. Ofrézcale a ese padre liberarlo de la responsabilidad paterna y ofrézcale además que usted adoptará a su hijo y verá cuál es su respuesta. Y no nos limitemos al amor paterno únicamente, sino incluyamos el amor de la madre también “porque así dice el Señor… como madre que consuela a su hijo, así yo los consolare a ustedes” (Isaías 66:12-13). Y bien sabemos cómo se deleita una madre prodigándole cuidados al objeto de su amor. Con una paciencia incansable, una persistencia inagotable y un cuidado ilimitado, con frecuencia la madre sacrifica aún su propia vida por su bebé. Sin embargo, cuan fuerte es el amor de la madre, puede fallar y falla; pero el amor de Dios jamás.
Uno de los objetivos de la misión de nuestro Salvador fue revelarnos que en Él, en Cristo Jesús, Dios es nuestro Padre. De su complacencia en comunicarnos esta verdad da testimonio el sermón del monte.
¡Y qué glorioso Padre que es Él! ¡Él es la fuente de la verdadera y total paternidad y maternidad.! La suma de todo el amor, de toda la bondad y la ternura humanas, son apenas una gotita de rocío en la inmensidad del mar. ¡Y qué seguro es el amor divino! Es frecuente el caso en que aunque no haya fallado el amor de los padres humanos, es impotente para bendecir y para brindar cuidado. Y es una bendición individual: “El Señor te bendiga y te guarde” incluye toda forma de bendición, tanto temporal como espiritual.
ORACIÓN. Padre Celestial, ¡que dicha es ser tu hijo! Tu amor, tu protección y tu cuidado me rodean. Que yo te ame y te bendiga hoy así como tú me amas y me bendices. Amén.
HUDSON TAYLOR - (Devocional diario “SECRETOS ESPIRITUALES”)