Una chispa es temporal,
dura sólo un breve instante antes de desaparecer. Sin embargo, el propósito de
una chispa es encender cosas, hacer que algo comience. Por ejemplo, se necesita
una chispa en una parrilla de gas para iniciar el fuego que prepara la comida.
Pero una chispa en sí misma no es un fuego; no va a cocinar la carne.
Para poder vivir en la
plenitud que Dios desea para nuestras vidas, necesitamos una llama que esté
continuamente alimentada por el aceite de la gracia irresistible de Dios. La
vida de David nos muestra la diferencia. Él tuvo las mismas experiencias
espirituales que Saúl tuvo, el haber sido tocado y ungido por la mano de Dios.
Sin embargo, la chispa que David recibió, fue avivada hasta convertirse en una
llama. "Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus
hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre
David"(1 Samuel 16:13). Esta frase: "desde aquel día en
adelante" nos muestra la diferencia entre las vidas de David y Saúl.
Apenas David recibió una chispa de Dios, la guardó, la avivó y la alimentó. Él
determinó: "Quiero que esta chispa se convierta en una llama ardiente para
el Señor".
Cuando la chispa de
Dios viene, ésta nos puede aliviar, pero también es dada para producir un fuego
que purifica. La llama de Su santidad nos limpia de las cosas que no pertenecen
y a medida que quema la escoria del pecado, nos hace aborrecer nuestra tibieza.
También despierta en nosotros una pasión por ser santos, de modo que podamos
decir como David: "Señor, quiero estar limpio delante de ti y tener un
espíritu recto".
Muchos cristianos se
resisten a esto. La convicción de pecado
puede conducir al cambio y puede ser que no estemos dispuestos a cambiar
algunos de nuestros hábitos o cosas que deseamos. David se refiere a la
resistencia de su propio corazón, al suplicar: "No me eches de delante de
ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y
espíritu noble me sustente” (Salmos 51:11-12).
Nota el énfasis de
David en la obediencia en este versículo. El apóstol Pablo pudo haber
desobedecido a la dirección de Dios y seguido su propio camino en las misiones.
De hecho, él estaba ansioso por llevar el evangelio a Asia, pero él dice que
fue prohibido por el Espíritu Santo de ir allá. Pablo sabía que si él procedía
por su cuenta, contristaría al Espíritu Santo. Seguiría siendo salvo y amado
por Dios, pero habría impedido que el poder del Espíritu se moviera en su vida.
Eso es exactamente lo
que le sucedió al rey Saúl. A medida que él desobedecía, el poder del Espíritu
de Dios para usarlo iba disminuyendo. Después de un tiempo, Saúl ya no oía la
voz de Dios ni sentía el mover de Su Espíritu, porque nunca había permitido que
la chispa inicial sea avivada hasta llegar a ser una llama purificadora.
GARY WILKERSON - (DEVOCIONAL
DIARIO “ORACIONES”)