CAMINO AL MONTE MORIAH:
EL VIAJE QUE
NINGUNA MADRE QUIERE HACER
Por Isabel Andrickson
Con frecuencia he comentado que en ocasiones tiendo a volverme muy
“espiritual” haciendo oraciones que luego Dios responde para llevarme de la
teoría a la práctica.
Así cuando leí “Rendición” de Nancy Leigh DeMoss, “firmé” un contrato de
rendición reconociendo que todo lo recibía por Su Gracia. Ese mismo día vino la
prueba con unas filtraciones en mi apartamento que parecían las Cataratas del
Niágara. De inmediato quise elevar un grito de queja… Pero recordé mi
“renuncia” entregándole TODO a Él.
Este año Dios me llevó de nuevo de la teoría a la práctica y me hizo
recordar aquella oración de rendición. A diferencia de la ocasión anterior,
ahora se trataba de “mi Isaac”.
Luego de pasar varias semanas realizando estudios médicos a mi único
hijo, solo quedaba una opción: someterse a una cirugía. Mientras se definía la
situación, me visitaron unas hermanas en Cristo quienes quisieron leer Génesis 22 (“Dios prueba a Abraham”). Siendo
honesta, no recibí con agrado el mensaje. Pensé para mis adentros, “Aquí
llegaron los amigos de Job”.
Apenas íbamos por el versículo 2
(“…Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de
Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”)
y ya no quería seguir, pero para cultivar la mansedumbre permití que
concluyéramos con una oración de renuncia y de entrega al Señor de mi hijo.
Aunque en otras ocasiones, había hecho oraciones similares, en este
momento, no era teoría, sino realidad. No tenía idea de la dimensión de esa
oración.
Luego de la cirugía, recibí el diagnóstico que ninguna madre quiere
escuchar y cuya verificación recibiríamos en unas 3 semanas. En esos días de
espera, mis pensamientos y emociones querían hundirme, pero le decía al Señor:
“Yo renuncié a mi hijo, no es mío es Tuyo. Tú lo amas más que yo”. En Su
misericordia, aquel diagnóstico fue descartado. El camino al Monte Moriah está
repleto de enseñanzas. Aquí te comparto algunas:
-En la providencia de Dios, me encontraba leyendo “Confiando en Dios
aunque la vida duela”, de Jerry Bridges, donde aprendí que en las aflicciones
debemos recordar: Su soberanía (Él
está en absoluto control), Su sabiduría
(Él sabe lo que está haciendo. Y lo que hace es bueno); y, Su amor (Él hace que todo coopere para nuestro bien).
-Podemos tener mucho conocimiento teológico, pero es el horno de la
aflicción que prueba lo que realmente creemos (1ª Pedro 1:7).
-En Su soberanía, Dios orquesta giros bruscos en nuestro camino sin aviso
previo; por eso debemos estar bien aferradas a Su Palabra para no caernos.
-Camino al Monte Moriah con tu hijo, no te lamentas de no haber pasado
más tiempo en la oficina (o fuera del hogar), sino todo lo contrario, te lo
aseguro.
-Así como los criados de Abraham no le acompañaron hasta el final del
trayecto, igual ocurre con nosotras, recibimos apoyo, palabras de aliento y
oraciones. Pero al final, el Monte Moriah es un encuentro a solas y cara a cara
con Dios. Por las noches cuando despertaba, solo estábamos mi Padre y yo.
-Dios escucha las oraciones de Su
Pueblo. Cuando me
percataba de la paz que tenía, solo daba gracias a Dios por cada persona que
estaba orando pues sabía que esto solamente venía de Él. Me sentí “bañada” en
oración.
-Como dice Nancy Leigh DeMoss, la gratitud es el camino al gozo. Si estás
en el trayecto hacia el Monte Moriah, toma libreta y lápiz y haz un recuento de
Sus bondades y Su fidelidad a lo largo de tu vida. Puede que termines
preguntándote ¿por qué no a mí? ¿Quién soy yo para recibir de Ti, solo el bien?
-Por último, preparamos a nuestros hijos “para la vida”; ¿y para la
muerte? Asegúrate de que tengan a
Cristo, es toda la preparación que necesitan.
Cuando renunciamos a nuestros “Isaacs” (ídolos en nuestro corazón) Dios
nos da Su paz. Ten por seguro que si hay “Isaacs” en tu corazón, Dios te los
pedirá. Él es un Dios celoso y no comparte Su gloria con nadie.