Los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe” (Lucas
17:5)
Jesús respondió al
pedido de sus discípulos por más fe de esta manera: “¿Quién de vosotros,
teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le
dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena,
cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y
bebe tú?…Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido
ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.”
(Lucas 17:7-8,10)
Cristo está hablando
aquí de nosotros, sus siervos, y de Dios, nuestro Señor. Nos está diciendo que
nosotros estamos para alimentar a Dios. Te preguntarás: “¿Qué clase de alimento
se supone que debemos traerle al Señor? ¿Qué satisface Su hambre?” ¿Cómo
haremos esto?
Vemos esta ilustración
a través de la escritura. Cuando un
centurión pidió a Jesús que sanara a su siervo enfermo con tan solo decir una
palabra, Cristo festejó la vibrante fe de aquel hombre. Él respondió, “De
cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:10). Jesús
estaba diciendo, “Aquí hay un gentil, un extranjero, quien está alimentando mi
espíritu. Qué alimento más nutritivo está dándome la fe de este hombre.” Cuando
la mujer con el flujo de sangre (Lucas 8:43.48) pasó entre la multitud y tocó
Su manto en fe, Jesús se dio cuenta inmediatamente de su fe y ella fue sanada.
Su fe le agradó.
Noto en las palabras de
Jesús en Lucas 17:8 una declaración descortés: “Prepárame la cena… y sírveme
hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú”. Él está
diciendo: “Tú no comes primero. Yo lo hago.” En otras palabras, no podemos
consumir nuestra fe en nuestros propios intereses y necesidades. Más bien,
nuestra fe es el medio para satisfacer el hambre de nuestro Señor.
DAVID WILKERSON -
(DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)