“No os engañéis; Dios
no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará. Porque
el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que
siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos,
pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos. Por
lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial
a los de la familia de la fe.” Gál. 6:7-10
—Todos me lo hacen. Pero
Alejandro es el peor —se lamentó Mónica—. Me fastidia todo el tiempo en la
clase de gimnasia porque no puedo hacer flexiones. Me gustaría mostrarle cómo
le puedo flexionar la cabeza hasta arrancársela.
La mamá de Mónica le
clavó una mirada que decía: "Querida, sé que hablas en broma, pero no
sería una buena decisión de tu parte".
—No le voy a hacer nada
—prometió Mónica—, pero qué bueno sería que Dios le diera un sopapo.
La mayoría hemos
deseado que Dios aplastara a nuestros enemigos y les impidiera que nos hagan
sentir mal. En el fondo de ese deseo yace una pregunta: ¿Por qué permite Dios
que la gente opte por ser mala, especialmente los que optan por ser realmente
malos?
Por más difícil que sea
aguantarlo, dar al ser humano la habilidad de optar por el bien o el mal fue la
mejor decisión que nuestro Dios amante jamás pudo hacer. En realidad no nos
gustaría vivir en un mundo donde Dios nos obliga y obliga a todos los demás a
ser buenos. Acuérdate qué incómodo te sientes cuando tus papas o maestros te
obligan a tratar bien a alguien. Sientes que te están arrastrando por la nariz.
Haces lo menos posible por satisfacer al adulto que te lo pidió. Aun si sonríes por afuera, frunces el ceño por
adentro. Y peor aún, la otra persona
puede notar que lo haces sin ganas, y a nadie le gusta recibir cariño a medias.
Por otro lado, a todos
nos gusta demostrar cariño cuando lo hacemos por nuestra propia cuenta. Es como
cuando ayudas con los trabajos en la casa de un amigo. Cuando nadie te obliga a
hacer algo bueno, de pronto rastrillar las hojas secas o guardar juguetes hasta
puede ser divertido.
Si Dios nos hubiera
hecho a todos para ser buenos, mejor hubiera sido que nos hiciera robots. Los
robots no aman. Simplemente hacen lo que fueron programados a hacer. Y nunca
tienen la linda experiencia de decidir libremente el ser buenos o demostrar
cariño.
Dios nos quiso tanto
que nos puso en un mundo donde pudiéramos disfrutar de ser sus amigos. Aunque
no nos gusta que nos lastimen los que optan por no ser buenos con nosotros, la
oportunidad de elegir entre el bien y el mal es un privilegio demasiado bueno
para renunciar a él.
Cuando alguien no nos
trata bien, podemos pensar que Dios no comprende nuestra situación. Pero eso no
es cierto. Recuerda cómo algunos tratan a Dios. Los seres humanos lo rechazan,
se burlan de él y le desobedecen abiertamente. Dios se siente herido, pero
sigue amando y haciendo cosas buenas para la gente. Nosotros también tenemos la
oportunidad de seguir haciendo lo bueno.
JOSH MCDOWELL - (Dev. "VIDA
NUEVA PARA EL MUNDO”)


