Vivimos en una época en
la que las predicciones bíblicas se han vuelto realidades visibles. Pablo
escribió que en los últimos días vendrían tiempos peligrosos en la Tierra (ver 2 Timoteo 3:1).
Ahora mismo, están ocurriendo cosas que no podíamos haber imaginado hace unos
años.
Jesús predijo que los
hombres se volverían amadores de sí mismos, amadores del dinero, aborrecedores
y arrogantes. Hoy en día, los líderes de nuestra nación no pueden ponerse de
acuerdo sobre los principios comunes más elementales. Si alguien tiene la
osadía de mencionar el pecado, es llamado intolerante y es rechazado. A medida
que la Palabra
de Dios es movida al margen de la cultura, el pecado prevalece más y más.
Los pastores sienten el
bombardeo espiritual. Semana tras semana, me entero de que otro matrimonio
puede estar cayéndose a pedazos. Unos niños se cortaron su propia piel por su
propio odio. Las drogas se han extendido más que nunca. Y cada día hay menos
voces de ayuda, ya que cada mes 1,500 pastores dejan el ministerio.
Como Cuerpo de Cristo,
no podemos estar dormidos ante estas cosas. El Antiguo Testamento habla de los
hijos de Isacar, un grupo que tenía conocimiento de los tiempos y habilidad
para tratar con el mundo (ver 1 Crónicas 12:32). ¿Puede decirse lo mismo del
cuerpo de Cristo hoy? Si discernimos los
tiempos, sabemos que éste no es un momento para medias tintas. La única
forma que nosotros tenemos de "tratar con el mundo" es no permitiendo
que la iglesia sea “lo de siempre”. Jesús dijo de ciertos espíritus demoníacos:
"Este género no sale sino con oración y ayuno" (Mateo 17:21). En
estos momentos, nuestras oraciones deben ser fervientes porque sin un cambio
espiritual, el panorama se ve demasiado sombrío.
En medio de la
oscuridad, Jesús nos llama a ser luz. Y éste es nuestro mensaje para tal hora:
"Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1
Juan 4:4). Dios ha hecho obras impresionantes en la vida de Su pueblo y cada
uno de nosotros es llamado a proclamar Su gloria a través de un testimonio
digno de gloria.
¿Cómo es un testimonio
digno de gloria? A este tipo de gloria (jactancia) me estoy refiriendo:
"Mas el que se gloría, gloríese en el Señor" (2 Corintios 10:17).
Para jactarnos como Pablo describe, tenemos que tener una jactancia digna de la
gloria de Dios.
GARY WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)