"Vi al Señor sentado sobre un trono alto." Isaías 6:1
Isaías describe un
encuentro con Dios al comienzo del ministerio que le cambió la vida: "Vi
yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime. Por encima de Él había serafines.
Y el uno al otro daba voces diciendo: '¡Santo, santo, santo, el Señor de los
ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!'. Los quicios de las
puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo.
Entonces dije: '¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de
labios han visto mis ojos al Rey'. Y voló hacia mí uno de los serafines,
trayendo en su mano un carbón encendido del altar. Tocando con él sobre mi
boca, dijo: 'He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y limpio
tu pecado'. Después oí la voz del Señor, que decía: '¿A quién enviaré y quién
irá por nosotros?' Entonces respondí yo: 'Heme aquí, envíame a mí'. Y dijo:
'Anda, y dile a este pueblo.'" (Isaías 6:1-9).
Un encuentro con Dios siempre conlleva tres cosas:
1) Tomar conciencia
de Su santidad y de nuestra bajeza.
2) Reconocer que
somos indignos.
3) Humillarnos y
anhelar más de Él. El desgaste diario de la vida debilita nuestra sensibilidad
espiritual. Y comparar nuestra santidad con la del vecino nos trasmite una
falsa tranquilidad al pensar que estamos viviendo una vida de compromiso,
cuando en realidad no es así. Por eso, Dios nos llama a tener un encuentro con
Él para que nos limpie, nos dé autoridad y nos envíe a cumplir Sus propósitos.
"Por amor de Sión no callaré y por amor de Jerusalén no
descansaré... hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en la Tierra.. ." (Isaías
62:1-7)
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")