“Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al
filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano… Y cuando los filisteos
vieron a su paladín muerto, huyeron. Levantándose luego los de Israel y los de
Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las
puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino…” 1
Samuel 17:50-52
Cuando David mató a
Goliat, hubo un giro tan dramático que Israel hizo huir a los filisteos que
tropezaban. Lo más importante en este pasaje es esta corta frase: “sin tener
David espada en su mano”. Dios demostró su fidelidad a través de la confianza
de David –y esto llenó de fe a cada soldado israelita–. Toda la burla y la
vergüenza se fueron y la confianza de los israelitas volvió, una confianza en
que su Dios pelearía por ellos.
El profundo efecto de
ver el poder de Dios obrando a favor de nosotros es que nuestra confianza es
renovada para enfrentar el combate. La batalla es de Cristo, quien nos hace el
llamado: “Vengan, vean mi mano victoriosa. “¡He cortado la cabeza de tu
acusador!” Ahora estamos en capacidad de seguir adelante, diciendo: “Señor, tú
no me has abandonado. Tú has permitido todo esto, cada revés, incluso las
burlas. Y lo hiciste con misericordia, para que yo pueda creerte”.
Aun así, muchos nos
preguntamos: “¿Cuándo se moverá el Señor a favor mío?” La respuesta a ello es
que ¡Jesús ya lo hizo! Tu victoria fue establecida hace 2,000 años en la cruz. Su triunfo en la cruz es la misma victoria
que hace huir a todos los gigantes en nuestras vidas. Puede ser que tu
matrimonio esté sufriendo, pero Cristo ha derrotado las potestades de las
tinieblas preparadas en contra de ti y de tu esposa. Quizás tu economía no está
en orden, pero tu Señor te ha preparado un futuro y una esperanza. Puede ser
que tus hijos no sigan la vida piadosa en la que tú los guiaste, pero Jesús ha
comprado su salvación. Podemos tener batallas en muchos frentes, pero Cristo ha
asegurado nuestra victoria.
¿Estás ahora dispuesto
a ver a tus enemigos derrotados? Piensa en todas las voces acusadoras que oyes.
Puedes responderle a todas ellas: “Éste es tu final, demonio, La victoria de
Jesús te ha enviado a volar lejos. Mi victoria ya fue sellada y ganada. Cuando
Él lo desee, mi Héroe manifestará esa victoria y el mundo lo contemplará en
toda Su gloria. Todos sabrán que la batalla no se gana con lanza y espada, sino
con el Señor”.
GARY WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)