A PROPÓSITO DE LA VIOLENCIA
CONTRA LA MUJER
Por el Dr. Miguel Núñez
"Y vosotros, maridos,
igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un
vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que
vuestras oraciones no sean estorbadas" 1 Pedro 3:7
El 20 de Diciembre del año 1993 la Asamblea General
de las Naciones Unidas adoptó la declaración para la eliminación de la
violencia contra la mujer. Desde entonces, mucho es lo que se ha hablado y se
ha hecho en búsqueda de disminuir significativamente algo que representa una
clara violación a los derechos humanos. Las Naciones Unidas han estimado que en
América Latina más de la mitad de las mujeres ha sido objeto de actos de
violencia en sus hogares. Se estima además que entre un 15% en Japón y un 71% de
las mujeres en Etiopía ha sido víctima de abuso sexual entre los 16 y los 49
años de edad, de acuerdo al World Health Organization (WHO). No menos de un 45%
han sido amenazadas, insultadas, o han sufrido destrucción de sus posesiones
personales. Todo esto tiene un impacto
en el aspecto emocional, físico y psicológico; y tiene un impacto similar en
los hijos de esas mujeres abusadas. A esto, que es el peor de los costos,
debemos agregarle incluso un costo económico significativo. En Estados Unidos,
el CDC ha calculado que el costo económico de la violencia contra la mujer, en
ese país solamente, es superior a los $5.8 billones de dólares. De esos, unos 4
billones corresponden a cuidados médicos, y un poco menos de dos billones
corresponde a pérdida de la productividad.
Los estudios han revelado algunas de las causas que llevan a la
violencia contra la mujer. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha
señalado que la dependencia económica de la mujer al hombre es una causa
importante, hasta el punto que de acuerdo a un estudio realizado por este
banco, un 41% de las mujeres que no generaban ningún tipo de ingresos había
sido abusada, comparado con solo un 10% de aquellas que eran capaces de
trabajar y de generar ciertos ingresos. Hay otros factores sociales que han
sido mencionados como causantes de este gran mal, como el nivel de educación y
el desarrollo de sociedades machistas, entre otros.
No podemos negar que en la superficie éstas sean las causas secundarias
del problema. Pero la causa principal de la violencia contra la mujer es la
misma causa de la violencia intrafamiliar contra los hijos, y es la misma causa
de la violencia social que vivimos todos los días y de la cual leemos en todos
los periódicos. Lo que causa la
violencia contra la mujer no es un problema que está afuera del hombre, sino
dentro del hombre. Dios lo dijo de esta forma en el libro de Santiago, en
4:1, “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿No vienen
de vuestras pasiones, que combaten en vuestros miembros?" A veces queremos
culpar a la sociedad de la corrupción y de la violencia que vemos hoy en día,
pero se nos olvida que es el hombre que ha corrompido a su sociedad.
El libro del Génesis describe el principio de la creación, y en Génesis 1:27 esto es lo que leemos: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya,
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. La violencia contra la
mujer necesita ser detenida porque representa una violación a los derechos
humanos, pero la base para los derechos humanos es la presencia de la imagen de
Dios en el ser humano. Si el hombre fuera simplemente un conjunto de
aminoácidos combinados al azar, como algunos postulan hoy, entonces tendríamos
que hablar no de los derechos humanos, con todo lo que implica este concepto, sino
de los derechos que aminoácidos organizados al azar pudieran tener.
Cuando una mujer es atropellada, el
atropello es cometido contra la imagen de Dios que ella lleva impresa en su
espíritu. Esta idea
de la imagen de Dios en el hombre es tan importante para Dios que, de nuevo, en
el libro de Santiago 3:9, Dios acusa a aquellos que maldicen a otros porque,
eso representa una violación contra la imagen de Dios… una simple maldición
hecha contra otro. Imaginémonos ahora cómo debe ver Dios el abuso físico cometido
contra una mujer, o contra una niña.
Yo no creo que el estado socioeconómico sea la causa primaria de este
mal, porque el abuso contra las mujeres es algo que ha sido descrito de forma
universal y en todas las clases sociales. Tampoco creo que la educación sea la
solución primaria a la problemática de la violencia, porque no podemos olvidar
la historia. Fue la intelectualidad alemana que perpetró el holocausto Nazi,
donde murieron seis millones de judíos, y entre 10 y 11 millones de personas en
total, millones de las cuales fueron mujeres. No podemos olvidar que el siglo
XX que acaba de pasar ha sido el siglo más educado y de mayor avance
tecnológico, y sin embargo fue el siglo más sangriento del que tengamos
conocimiento. Más personas murieron en el siglo XX producto de conflictos
bélicos que en todos los siglos anteriores combinados.
El problema de la violencia contra la mujer está relacionado al lugar
donde estamos como sociedad. Una sociedad que no reconoce a Dios, como lo
refleja su comportamiento, es una sociedad que no tiene temor de Dios, y Él nos
dijo en Oseas 4:6, “Mi pueblo perece por
falta de conocimiento”; de conocimiento del Dios de lo alto. Dios entiende
que los males sociales que experimenta una sociedad, incluyendo la violencia
contra la mujer, son el resultado primario de la falta de temor de Dios en el
corazón del ser humano. El hombre que
abusa de una mujer no tiene temor de Dios en su corazón, y si no tiene temor de
Dios, tampoco tendrá respeto por Su imagen.
Es penoso que después de que el cristianismo haya impactado tanto la
civilización de occidente, ese mismo occidente quiera sacar a los valores
cristianos de la sociedad que logró cambiar. Antes de la influencia de los
valores cristianos, el valor de la mujer era casi inexistente. En las culturas
antiguas, y en algunas de hoy donde no hay influencia cristiana, la mujer no es
más que una propiedad del esposo. En China, en Roma y en Grecia se pensaba que
la mujer no era suficientemente competente como para ser independiente.
Decía hace un momento que la educación puede ayudar a cambiar algunas
cosas, pero no cambiará el valor que el ser humano se da a sí mismo. Aristóteles, el padre de la filosofía,
pensaba que la mujer era algo intermedio entre un hombre y un esclavo. Platón,
otro de los grandes filósofos, y alumno de Sócrates, enseñó que si un hombre
vivía cobardemente, él reencarnaría siendo una mujer. Y si ella vivía
cobardemente, esa mujer, decía Platón, reencarnaría como un ave. En Roma las
niñas eran abandonadas con frecuencia en una especie de basurero, y otros
venían luego, las recogían y las criaban como esclavas o como prostitutas.
Sofie Reuter y Anna Jakobsen, dos misioneras de Noruega que se fueron a la China , escribieron en el año
1880, antes de que los valores cristianos hubiesen comenzado a penetrar en
aquel país, que era frecuente que los padres abandonaran a las niñas para que
las bestias salvajes se las comieran, porque después de haber tenido una o dos
niñas, ya no querían más. En la
India , las viudas eran quemadas en los funerales de sus
esposos, una práctica que ellos llamaron sutte, que significa “mujer buena”.
Ellos entendían que era una mujer buena aquella que seguía a su esposo después
de la muerte. En África, antes de la penetración del movimiento cristiano en
aquel país, también existían prácticas similares. Aun dentro de nuestro propio
país, en la cultura indígena, la mujer era enterrada viva cuando el esposo
moría, y creo que el museo del hombre dominicano tiene esas evidencias.
Las cosas comenzaron a cambiar en los últimos 200 años, con el
movimiento misionero cristiano que comenzó a penetrar la China , la India y el continente
Africano. Lamentablemente, con el paso del tiempo la influencia cristiana
comenzó a menguar debido a oposición en esos países, y esa es la razón por la
que los cambios en favor de la mujer no continuaron. Ningún otro movimiento ha hecho más por levantar el valor de la mujer
que el movimiento cristiano. Si Dios hizo al hombre y a la mujer a Su
imagen y semejanza, entonces la mujer tiene un valor en si misma, algo que es
intrínseco e innegable.
Creo que es tiempo de que dejemos de culpar a la sociedad por un
problema que no está afuera del hombre, sino dentro de su corazón. Dado la
limitación del espacio para esta discusión, quisiera cerrar esta breve
reflexión con una ilustración.
En una ocasión, un padre llegó cansado a su casa y su hija pequeña
quería jugar; pero el padre quería ver televisión, de manera que le dijo a la
niña que se fuera a jugar; pero ella no
quiso. De repente, el padre mira para el lado y se percata que cerca de él
había un periódico, y que el periódico tenía un mapa del mundo. El padre rompe
la página del periódico en múltiples pedazos y le dice: mira hija, trata de
armar ese mapa del mundo y cuando lo tengas listo vuelve. El padre pensó que
tenía por lo menos dos horas para ver televisión. A los pocos minutos la hija
regresó con el mapa armado. El padre, sorprendido, le dice: ¡Mi hija! ¿Cómo
pudiste hacer tal cosa tan rápido? A lo que la niña respondió: detrás del mapa,
en la parte de atrás de la hoja del periódico hay una figura de un hombre, y
cuando tú armas al hombre, el mundo queda armado. Esa es la realidad: cuando tú armas el mundo interior del hombre, su
mundo queda armado.
Lamentablemente hemos invertido los papeles, y hemos
gastados millones de dólares y enormes cantidades de recursos queriendo armar
el mundo exterior del hombre, modificando su conducta. Mientras, su mundo
interior no ha sido armado, y después de esos inmensos esfuerzos, hoy tenemos
una sociedad más disfuncional que en tiempos anteriores. No olvidemos la
enseñanza de Romanos 8:7, que nos
dice que la mente del hombre que no conoce a Dios, no se somete a la ley de
Dios, y ni siquiera puede hacerlo. ¡De ahí que la única solución del hombre es
un encuentro con Dios vía su Redentor, Jesucristo!