“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a
otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su
vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya
no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os
he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os
he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que
todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” Juan 15:12-16
Dondequiera
que Elena miraba, veía dos tipos de chicos. Había un núcleo pequeño, exclusivo,
popular. Y después estaban todos los demás, un montón de perdedores patéticos.
Elena sabía
que quería ser parte del núcleo exclusivo, y evitar ser vista jamás con alguien
del grupo de excluidos. Tenía miedo de contagiarse de lo patético de los
perdedores o de lo que fuera que los hacía perdedores. O que alguien sacara una
foto de ella con una barra de perdedores. Elena estaba decidida a evitar a
todos los perdedores... y pusilánimes... y debiluchos... y bobos... y
asegurarse de que nada arruinara nunca su fama de perfecta excelencia.
Sería
maravilloso si los cristianos nunca pensaran en las consecuencias de ser amigos
de gente que otros rechazan. Pero con frecuencia nos preocupa que los demás nos
desprecien si nos hacemos amigos de los que el grupo exclusivo desprecia. Quizá
uno de tus mayores temores es que te vean con gente marginada.
Créelo o
no, Jesús luchó contra la enorme presión de andar con el núcleo exclusivo.
Siendo un maestro judío, se suponía que sólo tenía que ser visto en compañía de
otros maestros y de gente realmente religiosa.
Un grupo
llamado los fariseos estableció reglas especialmente duras acerca de la gente
apropiada y la gente inapropiada con quien asociarse. Pero Jesús arrasó con el
código de ellos. Comió con los cobradores de impuestos. Tocó a un leproso. Le
habló a una mujer samaritana, una prohibición doble porque era extranjera y
también mujer. Llegó a conocer todo tipo de gente del grupo de los
despreciados. Como resultado, Jesús fue llamado "amigo de publicanos y de
pecadores" (Lucas 7:34).
Pero Jesús
no le hizo caso al menosprecio de los fariseos. Al final de cuentas, muchos de
sus amigos más fieles eran del grupo de los despreciados. Mateo, un aborrecido
cobrador de impuestos, fue uno de sus 12 apóstoles. Y María Magdalena, una
mujer a quien Jesús había librado de siete demonios, fue una de las pocas que
no lo abandonaron durante la crucifixión.
Amar a
todos como Dios ordena significa brindar nuestra amistad a los que quizá no son
aceptados por los demás. Significa brindar nuestra amistad del modo que Jesús
nos brindó la suya. Al final de cuentas, Jesús nos escogió para ser sus amigos;
y en realidad no somos perfectos, ¿no es cierto?
JOSH MCDOWELL -
(Dev. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO")


