“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del
horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh
rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has
levantado.” Daniel 3:17-18
Si tú tienes hambre y
sed de la plenitud de Cristo, Satanás te declarará abiertamente la guerra.
Cuando él vea la evidencia de que tu compromiso es real, tu diligencia en la
oración y tu negación a ti mismo, usará todas las armas del infierno para
tratar de destruir tu testimonio. ¿Por qué? ¡Porque tu testimonio es la
respuesta de Dios a la apostasía y a la ruina!
De esto se trataba el
horno de fuego en el libro de Daniel. Satanás maquinó un elaborado plan para
destruir el único testimonio del poder de Dios que quedaba en Babilonia.
Culminó en un horno al rojo vivo, diseñado para matar toda prueba viviente de
la verdad del evangelio de Dios (ver Daniel 3).
Tres jóvenes israelitas
piadosos sirvieron en las oficinas del alto gobierno en Babilonia, hombres que
fueron testimonios visibles del Evangelio que predicaban. Ellos se habían
apartado del estilo de vida sensual de Babilonia, para comprometer sus vidas a
la oración. Estos tres hombres no eran profetas o sacerdotes, sino laicos que
permanecieron fieles a Dios y eran puros de corazón en medio de las masas
idólatras.
Por supuesto, esto desató la ira de Satanás, y él entró en
el corazón del perverso rey de Babilonia. El rey erigió una enorme estatua de
oro y la declaró “dios oficial de la nación”, un objeto para ser adorado.
Luego, convocó a todos los oficiales y sirvientes de todas las naciones bajo el
dominio de Babilonia para presentar la nueva religión. Cuando comenzó la música
ceremonial, todos debían arrodillarse ante este nuevo dios.
Satanás también llevó
al rey a construir un inmenso horno de ladrillos y a calentarlo tanto que las
llamas candentes fueran visibles para todos. ¿Por qué lo hizo Satanás? De hecho
él sabía que no había ningún gobernador, juez o alguacil en toda Babilonia que
se oponga al nuevo decreto. Ellos no necesitaban ser seducidos o amenazados.
De hecho, todos ellos
deben haber estado atónitos, preguntándose: "Oigan, ¿quién quiere hacer
olas? Nos está yendo muy bien; tenemos prosperidad, comida y bebida: la gran
vida. Y esta nueva religión es fácil para el alma. ¿Quién querría renunciar a
todo esto?"
Así que, ¿de qué se
trataba el horno de fuego? Fue obra de Satanás en su totalidad, una artimaña
manipulada por él para destruir a los tres jóvenes. ¡Él quería acabar con el
único testimonio de Dios que quedaba en Babilonia!
Los tres jóvenes
respondieron a la orden del rey: "He aquí nuestro Dios a quien servimos
puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos
librará" (Daniel 3:17).
DAVID WILKERSON -
(Devocional Diario “ORACIONES”)


