"...¿Cuál es tu nombre?..." (Génesis 32:27)
Mientras luchaban
entre sí, el ángel del Señor le preguntó a Jacob: "¿Cuál es tu nombre? -le
preguntó el hombre.- Jacob -respondió él.- Entonces el hombre dijo: -Ya no te
llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado... y has vencido"-.
(Génesis 32:27-28). Dios le obligó a Jacob a considerar su auténtica identidad.
Luchó contra él hasta que recibió la revelación de quién era de verdad -no el
que los demás decían que era-. Sus padres le habían puesto un nombre y por ese
nombre era conocido, entonces él creyó que siempre sería así. Pero Dios tenía
otros planes. Tienes que entender que tú no eres quien los demás dicen que
eres. ¿Por qué habrían de darte ellos un nombre? Define quién eres delante de
Dios y deja que Él dicte el grado de tus logros. Si hay quienes pueden
desarrollar su potencial, tú también.
Tu identidad es mucho
más importante que tu pasado, tu educación o tu currículo, más que el color de
tu piel, tu cuenta bancaria y tus circunstancias. Diles a aquellos que hablan
mal de ti y no te valoran como mereces: 'Me estás confundiendo con otra
persona. Dios dice que soy un príncipe, y si lo soy, merezco que se me trate
como tal'. A lo mejor no estás
convencido, pero la Biblia dice que cuando caminas con Dios eres parte de un
sacerdocio real (1 Pedro 2:9). Eres un vencedor (1 Juan 2:13-14). Eres la
cabeza y no la cola, y estás arriba y no abajo (Deuteronomio 28:13-14). Vamos,
seca las lágrimas, yérguete, ponte firme y empieza a caminar en la identidad
que Dios te ha dado.
"Por amor de Sión no callaré y por amor de Jerusalén
no descansaré... hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en
la Tierra..." (Isaías 62:1-7)