“El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores”. Mateo 6:11-12
La cosa más difícil de hacer para los cristianos es
perdonar. Considerando todo lo que se habla en la Iglesia sobre el perdón, la
restitución y la sanidad, muy poco de esto es verdaderamente demostrado. A todos
nos gusta pensar de nosotros mismos como pacificadores, personas que levantan a
los caídos, siempre perdonando y olvidando. Pero aún los más profundamente
espirituales son culpables de herir a hermanos y hermanas al no mostrar un
espíritu de perdón.
Incluso los mejores cristianos encuentran difícil
perdonar a aquellos que han herido su orgullo. Dos buenos amigos cristianos se
“pelean” y podrían tenerse rencor de por vida. Ellos rara vez lo admiten,
debido a que cubren sus espíritus rencorosos con una fachada de visitas de
cortesía, buenas palabras y la invitación: “ven a vernos cuando quieras”. Pero
nunca más es lo mismo. Realmente no odiamos a la otra parte, sólo parecemos
estar diciendo: “No tengo nada en contra de él, pero solo quítamelo de encima.
Que siga su camino y yo el mío”. Nosotros simplemente ignoramos a la gente que
no podemos perdonar.
La persona más difícil de perdonar es alguien que ha sido
ingrato. Amaste a alguien sin ser amado. Te sacrificaste para ayudar a un amigo
en necesidad, sólo para ser criticado o que asumieran que era tu obligación
ayudar. La persona a la cual te
esforzaste en ayudar no muestra nada más que ingratitud y egoísmo a cambio. Tus
buenas intenciones y tus buenas obras son malinterpretadas como que hubiesen
sido motivadas egoístamente. ¿Alguna vez perdonamos a esa persona ingrata? Casi
nunca. Les sonreímos, le damos un saludo de mano a la distancia, pero nos
determinamos a “nunca hacer nada por ellos de nuevo”.
Luego tenemos a los que nos engañan. Nos resulta casi imposible
perdonar a tal persona. Estamos más ansiosos de que nos perdonen nuestras
propias mentiras y faltas, pero nada nos enfurece más que descubrir que alguien
nos ha mentido.
¿Y qué decir de la persona que nos dice que estamos
equivocados? Convencidos de que tenemos buenas razones para todo lo que
hacemos, nos resulta muy difícil perdonar a la persona que sugiere que hemos
cometido un error. En lugar de echar una mirada honesta a lo que esa persona
nos está diciendo, justificamos nuestras acciones.
En Su enseñanza sobre la oración Jesús dijo: “El pan
nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores”. (Mateo 6:11-12).
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)