“… Tabita
[…] abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.” Hechos 9:36 (Leer
Hechos 9:32-42)
«¡Estera, te llegó un regalo de nuestra amiga
Helen!», me dijo mi madre cuando llegó a casa. Durante mi niñez, no teníamos
muchas cosas; por eso, recibir un regalo por correo era como una segunda
Navidad. Me sentí amada, recordada y valorada por Dios a través de esa
maravillosa mujer.
Seguramente, las viudas pobres a las que
Tabita (Dorcas) les hacía ropa sintieron lo mismo. Tabita era discípula de
Jesús, vivía en Jope y todos la conocían en la comunidad por sus actos de
bondad, ya que «abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía» (Hechos
9:36). Cuando se enfermó repentinamente y murió, Pedro estaba en una ciudad
cercana, así que dos creyentes fueron a buscarlo y le rogaron que fuera a Jope.
Cuando Pedro llegó, las viudas le presentaron pruebas de
la bondad de Tabita: «las túnicas y los
vestidos que [ella] hacía» (v. 39). No sabemos si le pidieron que hiciera algo,
pero guiado por el Espíritu Santo, Pedro oró, ¡y Dios le devolvió la vida! Como
resultado de la bondad de Dios, «esto fue notorio en toda Jope, y muchos
creyeron en el Señor» (v. 42).
Que al ser bondadosos con quienes nos rodean,
esas personas comiencen a pensar en Dios y se sientan valoradas por Él.
«Sé una expresión viviente de la bondad de
Dios». Madre Teresa
(La Biblia en un año: Levítico 19–20
— Mateo 27:51-66)