“Después fue Bernabé a Tarso en busca de Saulo; y cuando lo
halló, lo llevó a Antioquía. Se congregaron allí todo un año con la iglesia, y
enseñaron a mucha gente. A los discípulos se les llamó cristianos por primera
vez en Antioquía.” Hechos 11:25-26 (Lea Hechos 11:25-26)
Han sido tanto como
diez años desde la última vez que vimos a Pablo. Hace diez años dejó Jerusalén
con su rabo entre las piernas y fue a Tarso, su ciudad natal, derrocado y
desilusionado, porque había estado intentando servir a Dios en su propio fervor
entusiasmado. Todavía no había aprendido el proceso de dependencia sobre el
Espíritu Santo, sobre la vida interna de Jesús. Pero en esos diez años ha
aprendido mucho. No estaba totalmente ocioso, como nos dice en Gálatas.
Predicaba la palabra a través de las regiones de Siria y de Cilicia, el área
alrededor de Tarso.
Pero ha aprendido un
gran secreto. Ha descubierto que lo que había considerado como sus credenciales
para su actividad, todo con lo que había contado previamente como útil en su
vida ―su herencia, su ortodoxia, su moralidad, su fervor― todo ha sido
eliminado. Ha aprendido que no son lo que te hacen un trabajador efectivo para
Jesucristo, pero que sólo tu dependencia
sobre Jesús obrando en ti hace la diferencia. Como nos dice en Filipenses
3:8, aprendió a contar como estiércol todas estas otras cosas, para poder
obtener a Cristo.
Cuando había aprendido
eso, el Señor le mandó a Bernabé a encontrarle en Tarso. Pues Dios tenía su
dirección todo el tiempo. Bernabé no la tenía; tuvo que buscarle. Cuando le
encontró, le trajo a Antioquía, listo para comenzar su ministerio mundial, ese
maravilloso ministerio del apóstol Pablo que sacudió el mundo y ha cambiado el
curso de la historia humana repetidas veces.
Aprendemos de otra
primera vez: los discípulos fueron por primera vez llamados cristianos. Está
claro de esta breve declaración que no fueron los cristianos mismos, sino la
gente de Antioquía quienes les llamaron esto. La palabra significa: “aquellos
que pertenecen a Cristo” o “los hombres de Cristo”. Al hablar estos cristianos
sobre Jesús a todo el mundo en todas partes ―Jesús el Cristo, el Mesías― los
gentiles a su alrededor les etiquetaron como “hombres de Cristo”. Al principio
era un término de despectiva, un término de reproche. “¡Mira a esa gente loca! Vienen a nuestra ciudad; no veneran a
nuestros ídolos; viven vidas totalmente distintas a las nuestras”. Así que,
despectivamente les llamaron “hombres de Cristo”, cristianos. Pero los
discípulos pensaron que era una cosa maravillosa ser llamados los hombres de
Cristo, así que adoptaron el nombre y se llamaron a sí mismos cristianos. Es
por eso que hoy en día somos llamados cristianos.
ORACIÓN. Gracias, Señor, por el privilegio de ser llamado un cristiano. Sea que mi vida refleje todo lo que Tú eres al vivir Tu vida en mí y por medio de mí.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. ¿Consideramos ligeramente el nombre “cristiano”? Considera las palabras de Isaías 43:7: “a todos los llamados de mi nombre, que para gloria mía los he creado, los formé y los hice”. ¿Somos honrados, asombrados y humillados por el poder de Su presencia que cambia vidas?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU PRESENCIA")
ORACIÓN. Gracias, Señor, por el privilegio de ser llamado un cristiano. Sea que mi vida refleje todo lo que Tú eres al vivir Tu vida en mí y por medio de mí.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. ¿Consideramos ligeramente el nombre “cristiano”? Considera las palabras de Isaías 43:7: “a todos los llamados de mi nombre, que para gloria mía los he creado, los formé y los hice”. ¿Somos honrados, asombrados y humillados por el poder de Su presencia que cambia vidas?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU PRESENCIA")