“El testigo falso no quedará sin castigo, y el que habla
mentiras no escapará. Muchos buscan el favor del generoso, y cada uno es amigo
del hombre que da. Todos los hermanos del pobre le aborrecen; ¡Cuánto más sus
amigos se alejarán de él! Buscará la palabra, y no la hallará. El que posee
entendimiento ama su alma; el que guarda la inteligencia hallará el bien. El
testigo falso no quedará sin castigo, y el que habla mentiras perecerá.” Proverbios
19:5-9
La mentira es el lenguaje del diablo. Así les dijo Jesús
a un grupo de judíos en Juan 8:44: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y
los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” Satanás
usó la mentira para hacer que Eva pecara comiendo la fruta prohibida. Cuando la
mujer le dijo que Dios les había dicho que no comieran del fruto del árbol que
estaba en el medio del huerto, para que no murieran (Génesis 3:3), la
serpiente, es decir el diablo, le contestó: “No moriréis; sino que sabe Dios
que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios,
sabiendo el bien y el mal.”
Al aceptar como buena la mentira del diablo, Eva primero
y después Adán rompieron la linda relación de amor que tenían con su creador,
es decir murieron espiritualmente, y finalmente fueron echados del huerto. De
aquel fatídico encuentro en el huerto del Edén debemos aprender que la mentira
nos separa de Dios. Por el contrario la verdad fortalece nuestra relación con
el Señor. Así dice Jesús en Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” No sólo Jesús dice la verdad, sino
que él mismo es la verdad. No existe otra verdad que el Señor y las palabras
que él pronunció. Y esa verdad es tan poderosa que puede hacer libre a todo
aquel que la hace suya. Así les dijo Jesús a un grupo de judíos que habían creído
en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdade-ramente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8
31-32).
Un niño de 12 años fue testigo clave en una demanda
legal. Uno de los abogados de la parte contraria, en medio de un intenso
interrogatorio, le dijo: “Tu papá te indicó lo que tenías que decir, ¿verdad?”
“Sí” —contestó el niño. “Y dime, —prosiguió el
abogado— ¿cuáles fueron sus instrucciones?”
“Bueno, —respondió el muchacho— mi papá me dijo que los
abogados iban a tratar de enredarme en mi testimonio; pero que si tenía cuidado
y decía siempre la verdad, no tendría problemas.”
Una persona veraz no tiene nada que ocultar, pero el que
miente paga un precio muy grande por su falta de honestidad. Por regla general
una mentira lleva a la otra para tapar la anterior, y a la larga, el mentiroso
queda atrapado en su propia red de engaños. El pasaje de hoy dice: “El testigo
falso no quedará sin castigo, y el que habla mentiras no escapará.”
Vivir en la verdad es imprescindible para nuestro
crecimiento espiritual. La mentira impide la obra del Espíritu Santo en
nuestras vidas. En su carta a los efesios, el apóstol Pablo los exhorta a que
vivan “siguiendo la verdad en amor, creciendo en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo.” (Efesios 4:15). Aquellos que pertenecen a Cristo han
de darse a conocer como personas veraces. La mentira puede parecer una salida
cómoda, pero en realidad es un callejón sin salida. Por tanto, la opción
correcta es decir siempre la verdad, y nada más que la verdad.
Desde luego, nuestra naturaleza carnal y pecaminosa nos
dirige hacia la mentira. Se te presentarán muchas ocasiones en las que sentirás
la tentación de decir una “mentirita” para salir del paso. Resiste la tentación
y di la verdad. Quizás pienses que te va a traer malas consecuencias, pero a la
larga siempre obtendrás la recompensa por haber agradado a Dios.
ORACIÓN. Padre santo, te ruego me ayudes a rechazar la mentira
porque no proviene de ti, y a decir siempre la verdad y nada más que la verdad,
para honrar tu nombre a través de mi testimonio ante los que me rodean. Te lo
pido en el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")