“No temas, Jacob, porque yo te redimí; yo te di tu
nombre, Israel, y tú me perteneces.” Isaías 43:1b
El encuestador
del censo estaba apurado, por lo que apresuró a la dueña de casa. En forma
cortante le preguntó a la mujer acerca del número de hijos en el hogar. Ella
empezó: "Bueno, veamos. Está Janet, Daniel... y Clara... y Silvia".
Perdiendo la
paciencia, el encuestador interrumpió: "¡No se moleste con los nombres! Por
favor, señora, ¡tan sólo déme el número de hijos que tiene!" Su comentario
fue desatinado. La madre, indignada, replicó: "Mis hijos no son números.
Mis hijos tienen nombre".
La realidad es
que, en estos días, con frecuencia no somos más que un número.
Por ejemplo,
por más que firme un cheque con mi nombre, quien lo recibe quiere el número de
mi permiso de conducir. Cuando presento mi declaración de impuestos, el
gobierno quiere el número de mi seguro social. Cuando voy al hospital, me
preguntan el número de mi póliza de seguro.
A veces me
canso de ser tan sólo un número.
Lo antes
mencionado no es más que un largo preámbulo para finalmente afirmar que estoy feliz porque la persona más
importante en mi vida me considera más que un número; para el Señor, yo soy
una persona real, con nombre y apellido.
Yo soy una
persona real, con pecados reales, que necesita a un Salvador real. Sabiendo
eso, el Padre celestial envió a su Hijo a este mundo para salvarme a mí y a
usted.
Por lo cual
esta persona real, yo, y esa personal real, usted, debemos dar gracias a un
Dios muy especial y único.
ORACIÓN: Gracias, Padre, por escogernos como
hijos tuyos. Gracias por enviar a tu Hijo a cargar con la culpa de nuestros
pecados y obtener así el perdón para nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.
De una devoción
escrita originalmente para "By the Way".
CRISTO PARA TODAS LAS N. - (DEV. “ALIMENTO DIARIO”)