“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:
He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de
Dios...” Apocalipsis 3:14
Una de las palabras más usadas en el vocabulario de los
cristianos es “Amén”. Lo decimos al terminar una oración. O cuando alguien nos
bendice. O cuando escuchamos a alguien expresar un deseo que nosotros
compartimos. ¿Pero, estamos conscientes de lo que significa el “Amén”? En
hebreo (el idioma original del Antiguo Testamento) se usa la palabra “Amén”
para reconocer que alguien es formal, veraz y digno de confianza. Por ejemplo
en Isaías 65:16 (en la versión original) Dios es llamado “el Dios del Amén”, el
verdadero Dios, aquel que cumplirá sus promesas al pueblo de Israel. La
traducción al español dice: “El que se bendijere en la tierra, en el Dios de
verdad se bendecirá; y el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad
jurará...”
En el Antiguo Testamento vemos dos formas básicas en las
que se usa la palabra “Amén”:
La primera es como afirmación de la adoración o la
alabanza de alguien que la está dirigiendo, es decir con el significado de “Sí,
ciertamente”. Por ejemplo, en Nehemías 8:6 dice: “Bendijo entonces Esdras al
Señor, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus
manos; y se humillaron y adoraron al Señor inclinados a tierra.”
La segunda forma en que el “Amén” se usa es para
manifestar conformidad y mostrar aprobación ante una petición que alguien ha
dirigido al Señor. Es decir, significando “Así sea”. En 1 Crónicas 16:35-36
leemos este clamor: “Sálvanos, oh Dios, salvación nuestra; recógenos, y
líbranos de las naciones, para que confesemos tu santo nombre, y nos gloriemos
en tus alabanzas. Bendito sea Jehová Dios de Israel, de eternidad a eternidad.
Y dijo todo el pueblo, Amén, y alabó a Jehová.” En este pasaje, al decir “Amén”
el pueblo hace una profesión de fe, la cual implica un gran compromiso, al
decirle a Dios que está de acuerdo con todo lo que se está pidiendo.
En el pasaje de hoy, en el mensaje a la iglesia de
Laodicea, Jesucristo se identifica a sí mismo como “el Amén”, y “el testigo
fiel y verdadero.” Esto quiere decir que él es el “Sí” divino a toda la
voluntad de Dios y a las oraciones de su pueblo, siempre y cuando éstas estén
de acuerdo con dicha voluntad. Dice 2ª Corintios 1:20: “Porque todas las
promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la
gloria de Dios.” Es decir: “Porque todas las promesas de Dios son en Jesús Sí,
y en Jesús Amén...”
La Biblia dice que Jesús “está a la diestra de Dios,
intercediendo por nosotros.” (Romanos 8:34). Cuando nosotros oramos en el
nombre de Jesús, como nuestro intercesor él se vuelve al Padre para presentarle
nuestras peticiones sellándolas con su real “Amén”. Es como si Jesús firmara
nuestra petición. Por eso, con toda autoridad él nos dice: “Y todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en
el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (Juan 14:13-14).
La influencia de Jesús como intercesor ante Dios es
absoluta y completa. Dios siempre le oye y le complace porque Jesús siempre fue
obediente. En Juan 11:41-42, al resucitar a Lázaro, “Jesús, alzando los ojos a
lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me
oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean
que tú me has enviado.”
Cuando nosotros decimos “Amén”, simultáneamente Jesús
dice “Amén”, y cualquier cosa que hayamos pedido en su nombre será hecha. Claro
que para pedir algo en el nombre de alguien debemos tener una íntima relación
con esa persona, y estar seguros de que lo que pedimos está de acuerdo con sus
principios y valores.
Al meditar sobre esto, si lo creemos de corazón, lo
normal es sentir en nuestros corazones un vivo deseo de entablar, cultivar y
mantener una íntima relación de amistad y compañerismo con Jesús. Buscarle cada
día en oración, leer la Biblia, deleitarnos en su presencia. Entonces él
sellará con un poderoso Amén cada una de nuestras peticiones, las cuales
recibiremos en el perfecto tiempo de Dios.
ORACIÓN: Bendito Padre celestial, alabado sea tu nombre. Te doy
gracias por Jesucristo, tu Hijo, quien no sólo dio su vida por mí sino que
intercede por mis peticiones delante de tu trono de gracia. Ayúdame a mostrarte
mi agradecimiento con mi obediencia a ti. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")