NOS INCLINAMOS A SOBRESTIMAR LA VIDA PRESENTE
1. No hay un punto intermedio entre estos
dos extremos; o subestimamos esta tierra, o bien terminará acaparando nuestro
amor desproporcionado. En consecuencia, si en algún modo tenemos deseos por
todo lo que pertenece a la eternidad, pongamos nuestros más diligentes
esfuerzos para librarnos de estas cadenas temporales. La vida presente tiene
numerosas atracciones, mucho placer, belleza y encanto para nuestro deleite,
por lo que es necesario que a menudo seamos apartados de ella, de modo que no
nos desviemos a causa de su fascinación. ¿Cuál seria el resultado de estar
envueltos de forma constante en la felicidad que ofrece esta vida? Aun con
todas las maldades que nos rodea, nos cuesta reconocer que este mundo es un
valle de miserias y que es del todo necesario despegar nuestro corazón de las
cosas terrenales.
2. La vida humana no es sino un vapor o
una sombra. Aun la gente del mundo tiene refranes y dichos que lo confirman, y
consideran este conocimiento de tanto provecho, que han hecho muchas frases y
proverbios sobre la vida y su vanidad. A pesar de ello, no hay nada que
consideremos menos, y que se desvanezca de nuestra memoria tan rápidamente,
como la brevedad de la vida. Hacemos enormes esfuerzos por ir tras todas las
cosas que ella nos ofrece, como si en verdad fuésemos inmortales. Si estamos
presenciando un funeral, o andamos en el cementerio entre las tumbas, viendo
claramente la imagen de la muerte ante nuestros ojos, entonces filosofamos
sobre la brevedad de la vida. Pero aun esto no sucede cada día, por lo cual
volvemos con toda facilidad a nuestros pensamientos carnales y mundanos.
3. Luego, al alejarnos de estos lugares,
nuestra filosofía se desvanece y continuamos viviendo el tonto sueño de que
estaremos para siempre en esta tierra. Si alguien nos recuerda el proverbio que
dice que el hombre es criatura de un día nos interesamos en conocer esta
verdad, pero con una falta de atención tal, que la idea de la vida perpetua en
este mundo continúa distrayendo nuestra memoria.
4. ¿Quién, entonces, puede negar que necesitamos
ser advertidos no sólo por palabras, sino que debemos convencernos, por medio
de toda evidencia posible, de que la vida presente es un sendero lleno de
miserias? Aun después de que nos hayamos persuadido de esta verdad, nos cuesta
mucho dejar de encariñarnos tontamente con este mundo, como si la vida fuera
solamente una gran acumulación de bendiciones. Ahora bien, si es necesario que
Dios nos dé más enseñanzas sobre este asunto, nuestro deber es prestar atención
a Su voz y levantarnos de nuestra pereza, para volver así nuestras espaldas a
este mundo y meditar con todo nuestro corazón sobre la vida celestial.
JUAN CALVINO - (DEV. "EL LIBRO DE ORO DE LA
VERD.")