“No he venido para meter paz, sino espada.” Mateo
10:34
El cristiano,
sin duda, tendrá enemigos. El procurará desde luego no tener ninguno; pero, si
por hacer lo recto y confiar en la verdad, llega a perder todos los amigos
terrenales, no le importará mucho, pues su gran Amigo, que está en los cielos,
le ofrecerá, por su fidelidad, una amistad más íntima y se manifestará a él más
bondadosamente que nunca. ¡Oh! vosotros que habéis tomado su cruz, ¿no sabéis
lo que dijo nuestro Señor? Dijo: “He venido para hacer disensión del hombre
contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra.
Y los enemigos del hombre serán los de su casa”. Cristo es el gran Pacificador,
pero antes de la paz trae la guerra. Donde llega la luz, las tinieblas tienen
que retirarse. Donde se hace presente la verdad, la mentira debe huir. Si se
queda, se producirá un gran conflicto, pues la verdad no puede ni quiere bajar
su bandera y, por lo tanto, la mentira tiene que ser puesta debajo de los pies.
Si tú sigues a
Cristo, todos los perros del mundo estarán ladrando tras tuyo. Si quieres vivir de tal manera como para
soportar la prueba del último tribunal, ten por cierto que el mundo no hablará
bien de ti. El que es amigo del mundo es enemigo de Dios. Pero si te
muestras sincero y fiel para con el Altísimo, los hombres se sentirán ofendidos
por tu inquebrantable fidelidad, pues ella es un testimonio contra sus
iniquidades. Necesitarás el coraje de un león para proseguir, sin titubear, una
carrera que convertirá a tus mejores amigos en tus peores enemigos. Pero, por
amor a Jesús, debes ser valiente. Arriesgar reputación y afecto por causa de la
verdad es un acto de tal naturaleza que para practicarlos constantemente
necesitarás un grado tal de principio moral que sólo el Espíritu de Dios puede
producir en ti. No vuelvas, sin embargo, tu espalda como un cobarde, sino
muéstrate bravo. Sigue recta y varonilmente en las pisadas de tu Señor, pues él
anduvo por este escabroso camino antes que tú. Mejor es una guerra breve y un
descanso eterno que una falsa paz y un tormento eterno.
CHARLES SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)