“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si
alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al
octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos;
en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en
cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran
para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo.” Filipenses 3:4-8
¿Sientes orgullo por algún don o virtud que posees?
Quizás tienes mucha facilidad para la música, o la pintura, o la enseñanza, o
la mecánica, o la oratoria, o tienes cualquier otra cualidad que te hace
sobresalir en un grupo, y por eso recibes muchos halagos de aquellos que te
rodean. ¿Cómo reaccionas ante esos halagos? ¿Acaso te glorías al escucharlos?
En Jeremías 9:23-24, a través del profeta, Dios dijo: “No se
gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el
rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me
entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y
justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco.” Si de algo debemos
gloriarnos o jactarnos es de entender y conocer profundamente a Dios. De nada
más.
En su carta a los filipenses, el apóstol Pablo menciona
una lista de cosas de las cuales él perfectamente podría jactarse. Pero la
razón que él tiene para mencionarlas no es jactancia, sino todo lo contrario.
Pablo les asegura que hubo un tiempo en el que todas esas cosas eran para él
“ganancia”, es decir cosas que daban
valor a su persona y lo elevaban a niveles sociales superiores en aquellos
tiempos: su linaje, su ascendencia, sus conocimientos, sus títulos, su celo
por la ley. Pero ahora todas esas cosas, dice Pablo, “las he estimado como
pérdida.” ¿Por qué? “Por amor de Cristo.” Renunciar a privilegios que traen
beneficios y bienestar a nuestras vidas no es fácil, y si lo hacemos, con toda
seguridad tiene que haber una razón muy poderosa. La experiencia de Saulo de
Tarso en el camino a Damasco, su encuentro personal con Jesucristo y su posterior
transformación en uno de los más grandes evangelistas de todos los tiempos
produjeron en él una razón tan poderosa que Pablo declaró: “Ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor.”
Atenágoras era un filósofo griego que vivía en Atenas en
la segunda mitad del siglo II, el cual se propuso escribir en contra de los
cristianos y con ese motivo comenzó a leer sus escritos. Mediante esa lectura,
Dios le abrió los ojos y el filósofo se convirtió en un fervoroso cristiano.
Originalmente Atenágoras se jactaba de sus conocimientos filosóficos, y esto
era para él lo principal en su vida. Cuando conoció a Jesucristo, su vida y sus
prioridades cambiaron. Y lo que antes atacaba se convirtió en objeto de su
defensa, mientras que lo que consideraba de valor, al igual que el apóstol
Pablo, llegó a considerarlo “como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús.” Fue un cambio radical en su vida. Ahora en lugar de atacar a los
discípulos de Jesús, los defendía. Y en el año 177 presentó al emperador romano
Marco Aurelio, filósofo él también, un escrito a favor del cristianismo. A
partir de aquel momento, el trato del imperio hacia los creyentes cambió
radicalmente, dando como resultado un crecimiento en número e influencia de los
cristianos.
Si no has tenido una experiencia similar a la de Pablo y
Atenágoras, comienza a escudriñar las Escrituras. Dedica cada día un tiempo a
leer la Biblia y a orar. Poco a poco irás conociendo al Señor, y una fuerza
interior muy poderosa, su Santo Espíritu, irá cambiando tus prioridades y
llegarás a deleitarte en el conocimiento del Dios todopoderoso. Así él podrá
usarte para llevar a cabo sus planes de salvación para la humanidad.
ORACIÓN: Bendito Padre, gracias por tu santa palabra, por medio
de la cual puedo conocerte. Ayúdame a meditar en ella cada día de mi vida y a
dejar a un lado todo aquello que verdaderamente no tiene valor. Dame
discernimiento espiritual para conocerte y entenderte cada vez más. En el
nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")