“¡Ay de los que
descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en
carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes; y no miran al
Santo de Israel, ni buscan a Jehová!” Isaías 31:1
No es difícil asegurar que muchas personas que dicen ser
cristianas, en realidad nunca han tenido un encuentro personal con el Señor ni
le conocen íntimamente. Claro está que no tenemos la capacidad de adentrarnos
en la vida espiritual de nadie y por lo tanto no debemos juzgar a otros, pero
Jesús claramente indicó: “Por sus frutos los conoceréis...” (Mateo 7:16). Es
decir, la actitud o la manera de actuar de una persona pueden darnos una buena
idea de su relación con Dios.
A veces hablamos mucho de religión pero demostramos poco
la vida de Cristo con nuestras acciones. Nuestra manera de practicar el
“cristianismo” es generalmente mediocre y apenas impacta a los incrédulos
debido a que ellos no ven en nosotros un testimonio vivo y poderoso. En muchas
ocasiones algunos cristianos no se diferencian de aquellos que no creen en
Dios. El pasaje de hoy nos muestra esta triste realidad. Los israelitas en
lugar de buscar al Señor para que los ayudara y supliera sus necesidades,
confiaban y ponían su esperanza en los recursos de los paganos. Acerca de ellos
dice este pasaje que “descienden a Egipto por ayuda”, que “confían en caballos”
y que “su esperanza ponen en carros… y en jinetes…” Y leemos también una
advertencia: “¡Ay de ellos!”, “¡Pobre de ellos!”
Egipto representa hoy para nosotros el mundo sin Cristo,
y los caballos, los carros y los jinetes representan los recursos materiales
que ese mundo nos ofrece. Han pasado siglos desde aquella declaración de
Isaías, pero el pueblo de Dios sigue tristemente en esa misma línea de
incredulidad confiando en lo que pueden ver en lugar de confiar en lo que no
pueden ver, buscando lo corrupto de afuera cuando tienen todo lo glorioso
dentro del Reino de Dios. Esto pone de
manifiesto una pobre relación con Dios, falta de crecimiento espiritual y una
fe muy pequeña. Nadie que busca en primer lugar la ayuda del mundo puede
experimentar intimidad con el Señor. Santiago 4:4 dice: “¡Oh almas adúlteras!
¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues,
que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”
Si deseamos vivir una vida que agrade a Dios nuestra
mirada debe estar puesta en Jesús pues él es “el autor y consumador de la fe”,
dice Hebreos 12:2. Desviar de él nuestra mirada nos traerá malas consecuencias.
Mantenernos firmes en él, confiando y produciendo frutos agradables a Dios, nos
garantiza la ayuda de Dios y todas nuestras necesidades (físicas, materiales y
espirituales) estarán cubiertas. Tenemos un ejemplo en la carta de Pablo a los
filipenses, donde él elogia la generosidad de ellos para con él cuando se
encontraba en medio de difíciles situaciones. Entonces les dice: “Mi Dios,
pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo
Jesús.” (Filipenses 4:19).
Estamos al final de un año más de nuestras vidas. No
sabemos lo que nos traerá el nuevo año, pero podemos estar seguros de que en
algún momento encontraremos problemas, dificultades, enfermedad, tristeza,
necesidades de todo tipo. Todo esto forma parte de la vida. Jesús lo advirtió
claramente a sus discípulos al decirles: “En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33). Reflexiona sobre la enseñanza
de hoy, y piensa: ¿Dónde vas a enfocar tu mirada el próximo año cuando
necesites ayuda? ¿Dónde pondrás tu confianza? ¿Dónde buscarás ayuda? ¿Te
dirigirás hacia Egipto (el mundo) o hacia el Dios de la provisión eterna?
Al despedir este año pide perdón al Señor por todas esas
ocasiones en las que desviaste tus ojos de él y buscaste ayuda en otro lugar, y
hazte el propósito de fortalecer tu relación con él durante el nuevo año por
medio de la lectura de su Palabra y la oración diariamente. De esta manera tu
fe se irá fortaleciendo y automáticamente acudirás siempre al Señor
primeramente en cualquier necesidad.
ORACIÓN: Padre Santo, gracias infinitas te doy porque tú estás
siempre dispuesto a ayudarme cuando acudo a ti. Por favor, aumenta mi fe para
buscarte a ti en primer lugar siempre que necesite ayuda, sabiendo que tú
suplirás todo lo que me falte. En el nombre de Jesús. Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")