“Diciendo: Esta es la sangre del testamento que
Dios os ha mandado.” Hebreos 9:20
Hay en la
palabra “sangre” un extraño poder, y su sola presencia siempre afecta. Un
corazón sensible no puede siquiera ver sangrar a un gorrión y, a menos que esté
acostumbrado a ello, se aparta con horror del que mata a un animal. En cuanto a
la sangre humana, es ella cosa muy sagrada. El que la derrama llevado por la
ira, comete asesinato; y el que la derrama en las guerras, comete espantoso
crimen. ¿Se debe este sentimiento al hecho de que la sangre es la vida y su
derramamiento es señal de muerte? Nosotros creemos que sí. Cuando nos
levantamos a contemplar la sangre del Hijo de Dios, nuestro espanto se acrecienta
y nos estremecemos al pensar en el crimen del pecado y en el terrible castigo
que soportó el que los expió. La sangre es siempre preciosa; y es inapreciable
cuando procede de las venas de Emmanuel. La sangre de Jesús sella el pacto de
la gracia y lo confirma para siempre. Los pactos de la antigüedad se hacían por
medio de sacrificios y el pacto eterno fue ratificado de la misma manera.
¡Oh qué placer nos produce el ser salvos sobre el
seguro fundamento de los contratos divinos, que no pueden dejar de ser
cumplidos! La salvación por las obras de la ley es una frágil y quebrada
embarcación cuyo desastre es seguro; pero la nave del pacto no teme las
tormentas, porque la sangre la asegura completamente. La sangre de Jesús hizo
válido su testamento. Los testamentos no valen nada hasta que mueren los
testadores. En este sentido, la lanza del soldado es una bendita ayuda a la fe,
pues prueba que nuestro Señor murió realmente. Sobre este asunto no puede haber
duda alguna y podemos intrépidamente apropiarnos las herencias que él dejó a
los suyos. ¡Felices los que ven asegurados sus títulos a las bendiciones
celestiales por un Salvador que muere! Pero, ¿no tiene esta sangre alguna
palabra para nosotros? ¿No nos está pidiendo que nos santifiquemos para Aquel por
quien hemos sido redimidos? ¿No nos llama a novedad de vida y nos mueve a
consagrarnos completamente al Señor? ¡Oh, que el poder de la sangre sea
conocido y sentido en nosotros esta noche!
CHARLES SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)