“El que cortare leña, en ella peligrará”
Eclesiastés 10:9
Los tiranos
podían conseguir lo que querían de los pobres y necesitados con la misma
facilidad con que se corta leña en el bosque; pero tuvieron que pensarlo bien,
pues es ese un asunto peligroso y muchas veces una astilla de un árbol ha
muerto al leñador. Jesús se siente perseguido en cada santo que es injuriado,
pero es poderoso para defender a sus amados. Debe temblarse ante el buen éxito
de la vejación del pobre y del necesitado. Si los perseguidores no corren
peligro aquí, lo correrán en mayor escala en el más allá. Cortar leña es un
trabajo común de todos los días; sin embargo, tiene sus peligros. Así también,
lector, hay peligro en cuanto a tu vocación y vida diaria y sería bueno que te
dieras cuenta de ese peligro. No nos referimos a los peligros de tierra y mar o
de enfermedad y muerte repentina, sino a los peligros de orden espiritual.
Quizás tu ocupación sea tan humilde como el cortar leña; pero, sin embargo, el
diablo puede tentarte en ella. Quizás seas un sirviente, un peón de campo o un
mecánico y, posiblemente, no corras el riesgo de ser tentado por los vicios más
groseros; sin embargo, puedes ser dañado
por algún pecado secreto.
Los que están
en casa y no se mezclan con el mundo malvado pueden, no obstante, ser
comprometidos por su mismo aislamiento. En ninguna parte está seguro el que
piensa estarlo. El orgullo puede entrar en el corazón de un hombre pobre; la
avaricia puede predominar en el pecho de un aldeano; la impureza puede
introducirse en el hogar más tranquilo y la ira, la envidia y la malicia pueden
insinuarse en las residencias más rústicas. Podemos pecar aun hablando pocas
palabras a un sirviente. Una simple compra en un comercio puede ser el primer
eslabón de una cadena de tentaciones. El solo mirar a través de una ventana
puede ser el principio de un mal. ¡Oh, Señor, cuán expuestos estamos! ¿Cómo nos
protegeremos? El cuidarnos a nosotros mismos es obra demasiado difícil para nosotros;
sólo tú puedes preservarnos en un mundo lleno de males. Extiende tus alas sobre
nosotros y nosotros, como polluelos, nos pondremos bajo de ellas y nos
sentiremos seguros.
CHARLES SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)