“Y Labán respondió: No se hace así en nuestro
lugar, que se dé la menor antes de la mayor.” Génesis 29:26
Nosotros no
excusamos a Labán por su engaño, pero no tenemos escrúpulo en sacar una lección
de la costumbre que él mencionó como excusa de lo que hizo. Hay algunas cosas
que tienen que ser admitidas por orden y, si queremos lograr la segunda,
tenemos que asegurarnos la primera. La segunda puede ser a nuestros ojos la más
hermosa, pero las leyes de nuestra patria celestial tienen que cumplirse y la
mayor debe casarse primero. Por ejemplo: muchos hombres desean la bella y muy
favorecida Raquel del gozo y de la paz, que se logra creyendo, pero tienen
primero que desposarse con la Lea de ojos tiernos del arrepentimiento. Todos
están enamorados de la felicidad. Muchos quisieran servir alegremente dos veces
siete años para poseerla, pero de acuerdo con las leyes del reino del Señor, la
Lea de la real santidad tiene que ser amada por nuestra alma antes que la
Raquel de la verdadera felicidad pueda ser alcanzada.
El cielo no viene primero, sino después y sólo por
perseverar hasta el fin podemos llegar allá. Tenemos que llevar la cruz
antes que ceñir la corona. Tenemos que seguir al Señor en su humillación, de lo
contrario, nunca descansaremos con él en la gloria. Alma mía, ¿qué dices tú?
¿Eres tan presuntuosa como para quebrantar las disposiciones celestiales?
¿Aguardas recompensa sin trabajar o gloria sin sacrificarte? Desecha esa vana
esperanza y acepta con gozo las cosas desagradables por el dulce amor de Jesús,
quien te recompensará por todo. En ese espíritu, trabajando y sufriendo, verás
que lo amargo se convierte en dulce y lo difícil en fácil. Como Jacob, tus años
de servicio te parecerán sólo pocos días por el amor a Jesús. Y cuando la
ansiada hora de las bodas llegue, todas tus fatigas desaparecerán; y entonces,
una hora con Jesús, te recompensará los años de pena y de labor.
CHARLES SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)