“Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo […] el cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones…” 2ª Corintios 1:3-4 (Leer: 2ª Corintios 1:3-7)
Las notas de la enfermera decían: «Paciente agresivo».
Lo que ella no supo hasta después fue que tuve una
reacción alérgica al despertar de una cirugía a corazón abierto. Estaba hecho
un lío, con un tubo metido en la garganta. Mi cuerpo empezó a sacudirse con
violencia, en un intento de zafarme de las correas que me sostenían los brazos
y evitaban que me quitara de un tirón el tubo del respirador. Fue un episodio
aterrador y doloroso. En un momento, una ayudante de la enfermera se acercó y
simplemente me sostuvo la mano. Me conmovió este gesto inesperado; empecé a
relajarme y a dejar de temblar.
Como había tenido esta experiencia con otros pacientes,
la ayudante sabía que una mano de consuelo podía servirme. Fue un ejemplo vívido de cómo Dios usa el consuelo cuando sus hijos
sufren.
El consuelo es un recurso poderoso y memorable para
cualquiera que cuide a otro, y, en 2ª Corintios 1:3-4, Pablo afirma que es una
importante herramienta de Dios. No solo eso, sino que Dios también multiplica
el impacto de su consuelo al llamarnos a usar el recuerdo del consuelo que nos
da para consolar a otros en situaciones similares (vv. 4-7). Es otra señal de
su gran amor, y podemos compartirlo con otros… a veces, con el gesto más
simple.
Gracias, Padre, por consolarnos. Ayúdanos a consolar a
otros en tu nombre.
Los gestos sencillos pueden brindar un consuelo inmenso.
(La Biblia en
un año: Jeremías 48–49 — Hebreos 7:1-28)
RANDY KILGORE -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")