“Bienaventurado
el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Señor, a la luz de tu rostro.” Salmo
89:15 (Leer: Salmo 89:1-17)
El hermano Lorenzo, un monje del siglo XVII, oraba así
antes de empezar su día laboral: «Señor mío, […] concédeme la gracia para
permanecer en tu presencia. Ayúdame en mis tareas. Controla todos mis afectos».
Mientras trabajaba, seguía hablando con Dios. Incluso cuando estaba más
ocupado, usaba los momentos de relativa calma para pedir su gracia, buscar y encontrar
el amor de su Hacedor.
Como declara el Salmo 89, la respuesta apropiada frente
al Creador que gobierna los océanos y recibe la adoración de huestes de ángeles
es entregar toda nuestra vida a Él. Cuando entendemos la belleza de quién es
Dios, oímos «el alegre llamado a la adoración», dondequiera que estemos, «todo
el día» (vv. 15-16 NTV).
Ya sea que estemos en una tienda, esperando en fila en un
aeropuerto o aguardando en línea, nuestras vidas están llenas de momentos que
podrían irritarnos. En cambio, podemos
aprovechar para recobrar el aliento y considerar estas pausas oportunidades de
aprender a caminar «a la luz de [la] presencia [del Señor]» (v. 15 NTV).
Los momentos «perdidos» de nuestra vida —cuando
esperamos, estamos enfermos o nos preguntamos qué hacer después— son pausas que
nos permiten considerar nuestra vida a la luz de la presencia del Señor.
Señor, que podamos vivir siempre en tu presencia.
Podemos vivir cada momento en la presencia de Dios.
(La Biblia en
un año: Ezequiel 3–4 — Hebreos 11:20-40)
HM -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")