“¿Hasta cuándo,
Señor? ¿Me olvidarás para siempre? […] Mas yo en tu misericordia he confiado…” Salmo
13:1, 5 (Leer: Salmo 13)
La primera vez que lo vi, lloré. Parecía un bebito
perfecto, dormido en su cuna. Sin embargo, sabíamos que jamás despertaría,
hasta hacerlo en los brazos de Jesús.
Se aferró a la vida varios meses. Luego, su madre nos
envió un email desgarrador para avisarnos que había muerto. Escribió sobre un
«dolor tan profundo que gime en tu interior». Y declaró: «¡Cuán hondo talló
Dios su obra de amor en nuestro corazón a través de esa pequeña vida tan
poderosa!».
¿Poderosa? ¿Cómo podía decir eso?
Este niñito demostró que debemos depender de Dios en
todo. ¡En especial, cuando las cosas
salen terriblemente mal! La verdad dura pero reconfortante es que Dios nos
acompaña en nuestro dolor, y sabe lo que es perder a un Hijo.
En medio de nuestro dolor más profundo, acudimos a los
salmos de David, porque él escribe desde su propia angustia. «¿Hasta cuándo
pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día?», preguntó
(Salmo 13:2). «Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte» (v. 3). Sin
embargo, David podía entregarle sus preguntas más profundas a Dios. «Mas yo en
tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación» (v. 5).
Solo Dios puede aportar sentido trascendente a nuestras
experiencias más trágicas.
¿Dónde acudo cuando me golpea una crisis? ¿Le he pedido a
Dios que me dé su paz?
Dios puede hacer algo supremo con lo que nos parece
insignificante.
(La Biblia en
un año: Jeremías 30–31 — Filemón 1-25)
TIM GUSTAFSON -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")