martes, 2 de mayo de 2017

Una vida disciplinada 1 mayo





“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.”  1ª Corintios 6:12-13  (Leer: 1ª Corintios 6:14-20)


Nos volvemos ahora a la verdad que debemos colocar frente a la que hemos venido considerando. Hemos dicho que la primera ley de la vida es la receptividad, saber cómo aceptar lo que la Vida nos ofrece.

Un soldado preguntó a Lilian Eubank, en cierto club: “¿Qué clase de vitaminas toma Ud.?” Y luego le explicó: “He venido observándola durante un mes y he visto que por confusa que sea la situación en la que se encuentra o por desagradables que sean las personas con quienes se encuentra, siempre tiene usted una sonrisa y una palabra de ánimo. No puedo comprenderlo”. Ella le respondió: “No hay ninguna vitamina. Es una filosofía de vida: que uno debe sonreír si cree que todas las cosas obran juntamente para bien, siempre que se las deje”. Este es el asunto: siempre que se las deje.

Pero para hacer eso tenemos que aprender a ser personas disciplinadas. Aunque el Camino es el camino de la dependencia, en el que recibimos de Otro las fuerzas, para poder hacer eso debemos empero, disciplinarlos. La “libre gracia” ha sido predicada a menudo de manera que debilitaba el carácter. Pablo nos previene de este peligro diciendo: “No hagáis de vuestra libertad una coartada para la carne” (Gálatas 5:13).

La aceptación de la gracia es un privilegio, un bendito privilegio, siempre que está penetrada de disciplina. Dependencia más disciplina, da discípulos en quienes se puede confiar. Esta combinación aparece en el incidente en el que Dios parece mostrar un sentido del humor. Una mujer escribe que ha sido curada, gloriosamente curada de parálisis y artritis en las piernas cuando lo entregó todo a Dios. Luego dijo: “Ahora, Señor, que me has curado, ¿qué harás con mi gordura?”. Y la respuesta: “Esta especie no se va sino con ayuno”. Donde sólo la dependencia podía curar, la dependencia era la respuesta. Donde sólo la disciplina podía hacerlo, la disciplina era la respuesta.

La disciplina no significa, pues, volverse una persona antinatural y rígida, sino que las fuerzas de la vida no marchan desbocadas hacia aquí o hacia allá sin propósito. Son sujetadas y sometidas a los propósitos de Dios, son disciplinadas.


ORACIÓN. Oh Cristo disciplinado, tan disciplinado y, sin embargo, tan libre, enséñame tu secreto. Porque sólo disciplinado puedo danzar la danza de la libertad. Quiero que mis capacidades estén a disposición de lo más alto. Amén.



AFIRMACIÓN PARA EL DÍA. "Felices quienes siguen Sus preceptos y le dan corazones no divididos" (Salmos 119:2).




E. STANLEY JONES - (DEVOCIONAL DIARIO “EL CAMINO”)










TRADUCCIÓN