“Y el Dios de esperanza os llene de todo
gozo y paz en el creer, para que abundéis
en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Romanos 15:13, énfasis
añadido)
Según Pablo,
cuando se trata el asunto de la esperanza, la obra del Espíritu Santo tiene que
ser incluida. Así que, ¿cómo podemos abundar en esperanza, como Pablo oró?
¿Cómo nos podemos regocijar en esperanza? y ¿Cómo podemos obtener la seguridad
plena de ello? En la salvación, se siembra una semilla de esperanza, por
supuesto, pero durante nuestro caminar con Jesús debe haber una madurez de
dicha esperanza.
El libro de
Hebreos nos dice que tenemos una esperanza “la cual tenemos como segura y firme
ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:19). En
resumen, la senda de la esperanza comienza al estar completamente seguros de
que estamos en buenos términos con Dios. Estamos
hablando acerca de la seguridad de que tenemos paz con Dios. Y Pablo nos da
dicha seguridad, al declarar: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
En un conocido
himno antiguo de la iglesia, el escritor, Eduardo Mote, declara: “Mi esperanza
está edificada sobre nada menos que sobre la sangre y la justicia de Jesús”. De
hecho, esto es paz: Creer en la promesa de Dios de que, por la fe en la sangre
derramada de Cristo, Él me considera justo. Él lo hace aunque yo no sea
perfecto. Y Su justicia es atribuida a mí, no por algo bueno que haya hecho,
sino sólo por fe.
El hecho es que
no puedes tener una paz genuina ni una esperanza verdadera, hasta que tu
aceptación en Cristo deje de fluctuar. Esta aceptación no se basa en lo que tu
carne te acusa de ser ni en lo que el diablo te acusa de ser. Se basa
únicamente en cómo Dios te ve en Cristo.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)