“Cada uno según
el don que ha recibido, minístrelo a los otros…” 1ª Pedro 4:10 (Leer: 1ª Pedro 4:7-11)
Hace poco, durante unas vacaciones, le di descanso a mi
afeitadora y me dejé la barba. Hubo varias reacciones de amigos y compañeros de
trabajo… en su mayoría, elogios. Pero, un día, me miré y dije: «No soy yo». Así
que reapareció la maquinita.
He estado reflexionando sobre quiénes somos y por qué una
cosa u otra se adecua a nuestra personalidad. En esencia, se debe a que Dios
nos ha hecho distintos y con preferencias particulares: diferentes pasatiempos,
comidas e iglesias donde reunirnos. Cada persona es única, formidable y
maravillosa (Salmo 139:14), y singularmente dotada para servir a los demás (1ª Pedro 4:10-11).
Los discípulos no evaluaron sus cualidades antes de
entrar en el mundo de Jesús. Pedro, tan impulsivo, le cortó la oreja a un
sirviente cuando arrestaron al Señor. Tomás insistió en ver pruebas antes de
creer que Cristo había resucitado. Pero
el Señor no los rechazó porque les faltara crecer espiritualmente, sino que los
moldeó para servir a Dios.
A veces, al considerar cómo y dónde estamos usando
nuestros talentos y características en el servicio al Señor, deberíamos decir:
«No soy yo». Quizá Dios nos pida que dejemos lo que nos es cómodo, para que
sirvamos adecuadamente a sus buenos propósitos. Al hacerlo, lo honramos.
Señor, guíame para usar bien mis particularidades.
No hay personas comunes y corrientes; fuimos creados para
ser únicos.
(La Biblia en
un año: Marcos 13:1-20)
DAVE BRANON -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")


