“… De cierto os
digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí
lo hicisteis.” Mateo 25:40 (Leer: Hechos 26:9-15)
Una mañana, temprano, un pasajero empujó e insultó a otro
que se le cruzó mientras viajaban en un tren repleto de gente en Londres. Fue
esa clase de situaciones desafortunadas y sin sentido que no se resuelven.
Pero, al rato, sucedió algo inesperado. El gerente de una empresa envió un
breve mensaje a sus amigos en una red social: «¿Adivinen quién apareció para
una entrevista de trabajo?». Su explicación hizo que gente en todo el mundo se
sonriera. ¿Te imaginas ir a una entrevista de trabajo y descubrir que la
persona que te recibe es la que poco antes habías insultado?
Saulo también se cruzó con alguien a quien jamás esperó
ver. Mientras perseguía a un grupo llamado Camino (Hechos 9:1-2), lo hizo detener en su trayecto una luz que
lo encegueció. Entonces, una voz dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?» (v. 4). Saulo preguntó: «¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo
soy Jesús, a quien tú persigues» (26:15).
Años antes, Jesús había dicho que nuestra manera de
tratar a los hambrientos, los sedientos, los extranjeros y los presos refleja
nuestra relación con Él (Mateo 25:35-36). ¿Quién hubiese imaginado que, cuando
alguien nos insulta, o cuando nosotros ayudamos o lastimamos a otra persona,
Aquel que nos ama lo toma personalmente?
Señor, perdónanos por olvidar que siempre estás presente.
Cuando ayudamos o lastimamos a alguien, Jesús lo toma
personalmente.
(La Biblia en
un año: Marcos 13:21-37)
MART DE HAAN -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")


