“Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis…” 1ª Tesalonicenses 4:13 (Leer:
Salmo 46:1-7)
A un después de años de haber perdido a nuestra hija de
17 años en un accidente automovilístico en 2002, me encuentro a veces sumido en
el mundo del «si hubiese…». En medio del dolor, es fácil imaginar cambios en
los sucesos de aquella trágica tarde de junio, que habrían traído a mi hija de
vuelta a casa sana y salva.
Sin embargo, la tierra del “si hubiese…” no es un buen
lugar para nadie. Allí hay remordimiento, sentimientos encontrados y
desesperanza. Aunque el dolor es verdadero y la tristeza no termina, la vida es
mejor y Dios es honrado si permanecemos en el mundo de «esta es la realidad».
En esta
realidad, podemos encontrar esperanza, ánimo y consuelo. Tenemos la esperanza segura (1ª Tesalonicenses 4:13) y
la certeza de que, como Melissa había aceptado a Cristo como Salvador, está en
un lugar «muchísimo mejor» (Filipenses 1:23). También disfrutamos de la
presencia del Dios de toda consolación (2 Corintios 1:3) y de su «pronto
auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1). Además, solemos recibir ánimo de
parte de otros creyentes.
Nadie desea experimentar tragedias en la vida, pero,
cuando estas aparecen, nuestra mayor ayuda es confiar en Dios, la esperanza
segura en la tierra de «esta es la realidad».
Señor, consuela mi corazón con la esperanza en ti.
Nuestra mayor esperanza viene de confiar en Dios.
(La Biblia en
un año: Marcos 5:1-20)
DAVE BRANON -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")