El termino
bíblico viejo hombre (o viejo yo), naturaleza y carne son frecuentemente usados
como intercambiables, pero necesitan ser claramente distinguidos. La Biblia
dice que "estábamos muertos en nuestros
delitos y pecados (Efesios 2:1) y “. . . éramos por naturaleza hijos de ira”
(Efesios 2:3). El viejo yo es quiénes éramos “en Adán”. Nuestra naturaleza
era pecaminosa, y la carne es nuestra propensión aprendida a vivir
independientemente de Dios.
Tal es el
estado de la humanidad caída, pecaminosa por naturaleza y espiritualmente
muerta (es decir, separada de Dios). La humanidad caída no tuvo más remedio que
encontrar su identidad en su existencia natural y determinar su propósito y
significado en la vida independiente de Dios. Además, el corazón, que es el
centro de nuestro ser, “engañoso es… más que todas las cosas, y perverso” (Jer.
17:9). La humanidad caída vive “en la carne” y “los que viven según la carne no
pueden agradar a Dios” (Rom. 8: 8).
Todo cambió con la salvación. Primero, Dios nos
trasladó del dominio de las tinieblas al reino de su amado Hijo (Colosenses
1:13). En segundo lugar, el Apóstol Pablo enseñó que ya no estamos en la carne,
estamos en el Espíritu y en Cristo. “Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). “Porque así como en
Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1ª Cor. 15:22 –
énfasis añadido). Esta transformación se puede mostrar como sigue:
NEIL ANDERSON - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)