“Yo tengo mucho
pueblo en esta ciudad” Hechos 18:10
Esto debe servirnos de estímulo para hacer lo bueno, pues Dios tiene entre
los más viles, entre los más viciosos, entre los más pervertidos y entre los
más borrachos, un pueblo elegido que debe ser salvo. Cuando tú les llevas la
Palabra, lo haces porque Dios te ha ordenado que seas para las almas, el
mensajero de vida, y ellas deben recibir esa vida, pues así lo ha ordenado el
Señor. Estos impíos, como los santos que están delante del trono, son redimidos
por la sangre de Cristo, y, por lo tanto, pertenecen a él. Quizá hasta ahora
amen la cantina y odien la santidad, pero si Jesucristo los ha comprado, los
poseerá. Dios no es infiel para olvidar el precio que pagó su Hijo, y no
permitirá que su substitución sea algo inútil o estéril. Decenas de miles de
redimidos no están aún regenerados, pero tienen que estarlo. Esto debe
animarnos, pues, cuando les anunciamos la Palabra de Dios.
Más aún: Cristo ora por estos impíos delante del trono. “No ruego solamente por estos –dijo el gran
Intercesor–, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de
ellos”. Aunque ellas no lo sepan, Jesús ora por esas pobres almas. Sus
nombres están en su pectoral, y, antes de mucho, deben doblar sus inflexibles
rodillas, exhalando delante del trono de la gracia un suspiro de
arrepentimiento. “El tiempo de higos aun no ha llegado”. El momento señalado no
ha venido aún, pero cuando llegue, obedecerán, pues Dios tiene que poseer a los
que son suyos. Ellos deben obedecer, pues el Espíritu Santo, cuando viene en la
plenitud de su poder, no puede ser resistido; ellos tienen que llegar a ser
siervos voluntarios del Dios vivo. “Mi pueblo lo será de buena voluntad en el
día de mi poder”. “El justificará a muchos”. “Del trabajo de su alma verá”. “Yo
le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos”.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)