“Mejor es el
fin de una cosa que su principio” Eclesiastés 7:8
Mira al Señor y Maestro de David. Observa su principio. “Despreciado y
desechado entre los hombres; varón de dolores, experimentado en quebranto”.
¿Quieres ver el fin? Está sentado a la diestra del Padre, esperando hasta que
sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. “Como él es, así también
somos nosotros en este mundo”. Tú debes llevar la cruz, de lo contrario nunca
te ceñirás la corona; tienes que pasar a través del lodo, de lo contrario nunca
andarás por las calles de oro. ¡Toma ánimo, pues, abatido cristiano! “Mejor es
el fin de una cosa que su principio”. ¡Mira cuán despreciable es la apariencia
de aquella oruga que se arrastra! Ese es el principio de la cosa ¡Mira aquel
insecto con vistosas alas que juguetea a los rayos del sol y liba en las
flores, lleno de vida y de felicidad. Ese es el fin de la cosa. Esa oruga eres
tú, mientras estés en la crisálida de la muerte, pero cuando Cristo aparezca serás
como él, pues lo verás como él es. Alégrate por ser igual a él, “gusano y no
hombre”, para que, como él, te sacies cuando despertares a su semejanza.
El diamante en
bruto se pone en el torno del lapidario. El lo corta en todos los lados. El diamante pierde
mucho, mucho que parece precioso. El rey es coronado; se coloca la diadema en
la cabeza del monarca, con alegres toques de corneta. En esa corona centellea
un brillante rayo que procede precisamente de aquel diamante que, hace un rato,
el lapidario trató tan despiadadamente. Puedes compararte no más a ese
diamante, pues tú eres un componente del pueblo de Dios, y este es el tiempo
cuando tienes que ser tallado. Que la fe tenga su obra perfecta, pues el día
cuando la corona sea puesta en la cabeza del Rey eterno, inmortal, invisible,
un rayo de gloria saldrá de ti. “Ellos me serán un tesoro especial, dice
Jehová, en aquel día”. “Mejor es el fin de una cosa que su principio”.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)