“¿Crece el
junco sin lodo?” Job 8:11
EL junco es esponjoso y hueco, y lo mismo es el hipócrita: no hay en él ni
substancia ni consistencia. El junco es sacudido de un lado a otro por el
viento, y el formalista se rinde a toda influencia. Por esta razón el junco no
se rompe con la tempestad, ni los hipócritas se turban con la persecución. Yo
no quisiera ser ni engañador ni engañado. Quizás el texto de esta mañana me
ayude a examinarme a mí mismo para ver si soy o no un hipócrita. El junco, por
naturaleza, vive en el agua, y debe su existencia al lodo y a la humedad. En
cuanto el lodo se seca, inmediatamente se seca también el junco. Su verdor
depende enteramente de las circunstancias; si hay mucha agua florece, y si no
la hay se seca.
¿Es este mi caso? ¿Sirvo a Dios sólo cuando me hallo entre buena compañía o
cuando la religión resulta productiva y respetable? ¿Amo a Dios sólo cuando
recibo de sus manos comodidades temporales? Si es así, soy un vil hipócrita, y, a semejanza del junco, pereceré
cuando la muerte me prive de los goces exteriores. ¿Puedo yo afirmar
honestamente que cuando las comodidades corporales han sido escasas y cuando
las circunstancias han sido, para la gracia, más bien adversas que propicias,
he mantenido firme mi integridad? Entonces tengo esperanza de que haya en mí
una piedad genuina y vital. El junco no puede crecer sin lodo, pero los árboles
plantados por la diestra de Jehová florecen aun en los años de seguía. El
hombre piadoso crece mejor cuando sus recursos terrenales decaen. El que sigue
a Cristo por la bolsa es un Judas; los que le siguen por los panes y los peces
son hijos del diablo; pero los que lo siguen por amor son sus amados. Señor,
haz que mi vida se halle en ti y no en el lodo del favor y de la ganancia de
este mundo.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)