“El postrer
Adán…” 1ª Corintios 15:45
Jesús es la cabeza representativa de sus elegidos. Como todo heredero de
carne y de sangre tiene en Adán un interés personal, por ser él la cabeza
representativa del linaje humano desde el punto de vista de la ley de las
obras, así también bajo la ley de la gracia toda alma redimida es una con el
Señor del cielo, puesto que él es el Segundo Adán, el Fiador y Substituto de
los elegidos en el nuevo pacto de amor. El apóstol Pablo declara que Leví
estaba en los lomos de Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro. Es
también verdad que el creyente estaba en los lomos de Jesucristo, el Mediador,
cuando en la remota eternidad los convenios del pacto de gracia fueron
decretados, ratificados y asegurados para siempre. Así, todo lo que Cristo ha
hecho, lo ha hecho a favor de toda su Iglesia. Somos crucificados con él y
sepultados con él (Col. 2:10-13), y para hacer esto aun más admirable,
resucitamos con él y ascendemos con él a las alturas (Ef. 2:6).
Es así como la
Iglesia ha cumplido la ley y es “acepta en el Amado”. Es así como es mirada con
complacencia por el justo Jehová, pues él la mira en Jesús y no como separada
de su cabeza representativa. Como el Ungido
Redentor de Israel, Jesucristo no tiene nada que sea distinto de su Iglesia. Todo lo que
él tiene, lo tiene para ella. La justicia de Adán fue nuestra mientras él la
mantuvo, y, cuando pecó, su pecado fue también nuestro. De la misma manera, y
por el hecho de ser nuestro representante, todo lo que el Segundo Adán es o
hace, pertenece tanto a él como a nosotros. Aquí está el fundamento del pacto
de gracia. Este bondadoso sistema de representación y de sustitución que movió
a exclamar a Justino mártir: “¡Oh bendito cambio, oh dulce permuta!”, es la
base misma del Evangelio de nuestra salvación y tiene que ser recibido con fe
inquebrantable y con extático gozo.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)