“Rasgad
vuestros corazones y no vuestros vestidos” Joel 2:13
La rotura de vestidos y otros signos exteriores de emoción religiosa son
cosas fáciles de hacer y frecuentemente resultan hipócritas. Pero sentir
arrepentimiento sincero es mucho más dificultoso, y, por lo tanto, menos común.
Los hombres atenderán con buena disposición las multiplicadas y minuciosas
regulaciones ceremoniales, pues son cosas que agradan a la carne, pero la
religión verdadera les resultará demasiado humillante, demasiado escrutadora
del corazón y demasiado franca. Ellos prefieren algo más pomposo, más frívolo,
más mundano. Las observancias exteriores traen un consuelo temporal. En ellas
se engorda la vanidad, se hincha la justicia propia y se satisfacen la vista y
el oído, pero, al fin, esas observancias resultan engañosas, pues en la muerte
y en el juicio el alma necesitará confiar en algo que sea más real que las
ceremonias y los ritos. Aparte de la piedad verdadera toda religión es
completamente vana. Toda forma de culto
que no se ofrece sinceramente es una solemne farsa.
El quebrantamiento del corazón es una obra que realiza Dios y que el hombre
siente profundamente. Es un dolor misterioso que se experimenta personalmente,
no como una mera formalidad, sino como una profunda y conmovedora obra que el
Espíritu realiza en lo íntimo del corazón de cada creyente. Este no es un
asunto del que meramente debe hablarse y en el que sólo hay que creer, sino es
algo que debe ser vivamente sentido por cada uno de los hijos de Dios. El texto
nos ordena rasgar nuestros corazones, pero ellos, por naturaleza, son duros
como el mármol. ¿Cómo, pues, podrán ser rasgados? Llevémoslos al Calvario. Con
la voz del agonizante Salvador las rocas se hendieron. Esa voz aun tiene poder.
¡Oh bendito Espíritu!, haznos oír esa voz de Jesús y nuestros corazones se
rasgarán como los hombres rasgan sus vestidos en el día de su lamentación.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)