“Sus caminos
son eternos.” Habacuc 3:6
Lo que Dios ha hecho una vez, lo hará aun otra vez. Los caminos del hombre
son variables, pero los caminos de Dios son eternos. Hay muchas razones que nos
convencen de esta consoladora verdad. Entre ellas están las siguientes: Los
caminos del Señor son el resultado de su sabia deliberación. La acción humana
es frecuente-mente la precipitada consecuencia de la pasión o del temor, y es
seguida por el pesar y por la mudanza. Pero no hay nada que pueda tomar de
sorpresa al Todopoderoso, ni que suceda distintamente de cómo él lo ha
previsto. Sus caminos son el resultado de su inmutable carácter, y en ellos
pueden verse claramente los eternos atributos de Dios. A menos que el Eterno
experimente algún cambio, sus caminos, que no son otra cosa que él mismo puesto
en acción, tienen que permanecer eternamente los mismos. ¿Es él, eternamente
justo, misericordioso, fiel, sabio y tierno? Entonces sus caminos tienen que
distinguirse por las mismas excelencias.
Los seres obran de acuerdo con su
naturaleza. Cuando esa
naturaleza cambia, varía también su conducta; pero ya que Dios no puede conocer
ni sombra de variación, sus caminos permanecerán eternamente los mismos.
Además no hay causa exterior que pueda trastornar los caminos divinos, pues
ellos son la personificación de un poder irresistible. El profeta dice que
cuando sale para salvar a su pueblo, la tierra se hiende con los ríos, los
montes tiemblan, la hondura alza sus manos y el sol y la luna se paran en su
estancia. ¿Quién puede detener su mano o decirle: qué haces? Pero no es sólo el
poder lo que da estabilidad. Los caminos de Dios son la manifestación de los
eternos principios de la justicia, y, por lo tanto, nunca pueden perecer. El
error engendra decadencia y trae ruina, pero la verdad y el bien tienen en sí
mismos una vitalidad que los siglos no pueden reducir. Acerquémonos con
confianza esta mañana a nuestro Padre Celestial.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)