“Fiel es el que
os ha llamado, el cual también lo hará.” 1ª Tes 5:24
El cielo es un lugar donde no pecaremos más; un lugar donde dejaremos de
vigilar constantemente contra el infatigable enemigo, pues allí no habrá
tentador que ponga trampas a nuestros pies. Allí el impío deja de molestar, y
el fatigado descansa. El cielo es la “herencia incorruptible”, es el reino de
perfecta santidad y de completa seguridad. Pero ¿nos gustan también los santos
que están en la tierra de esa bendita seguridad? La Palabra de Dios enseña que
todos los que permanecen unidos al Cordero están seguros, que todos los rectos
perseverarán en sus caminos y que los que han confiado sus almas al cuidado de
Cristo, lo hallarán fiel e inmutable preservador. Sostenidos por esta doctrina,
aun en la tierra podemos gozar de seguridad; no, por cierto, de aquella sublime
y gloriosa seguridad que nos liberta de todo error, sino de aquella que nos
viene de la segura promesa de Jesús: que ninguno de los que en él creen se
perderá, sino estará con él donde él está.
Creyente,
pensemos a menudo en la doctrina de la perseverancia de los santos, y
glorifiquemos la fidelidad de nuestro Dios, depositando en él una santa
confianza. Que nuestro Dios te haga sentir la seguridad que tienes en Cristo
Jesús, que te convenza de que tu nombre está esculpido en sus manos y que te
recuerde esta promesa: “No temas, que yo soy contigo”. Mira a Jesús, que es el
gran Fiador del pacto, fiel y verdadero, y que por lo tanto, está interesado y
empeñado en presentarte delante del trono de Dios en compañía de toda la
familia elegida. Y al estar en tan dulce contemplación, beberás el zumo de las
granadas del Señor y gustarás los delicados frutos del Paraíso.
Si puedes creer sin vacilación que “fiel es el que os ha llamado, el cual
también lo hará”, gozarás anticipadamente de los placeres que encantan a las
almas de los santos.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)