“Concede, pues, a tu siervo un corazón que
entienda” 1 Reyes 3:9
¿Recuerdas al
típico “payaso” de la clase? Podía hacer que cualquiera se partiera de la risa
en el momento más inoportuno. Los profesores no podían controlarlo, les hacía
pasar vergüenza a sus padres y era un auténtico placer para los otros niños que
querían distraerse de las aburridas clases. Probablemente los profesores se
pregunten si la Dirección de Educación le asigna a cada clase al menos uno de
estos payasos para que se ganen cada euro de su salario. Estos pequeños
expertos en causar molestias normalmente son varones. A menudo tienen problemas
de lectura o de otro tipo, son de pequeña estatura, aunque no siempre, y hacen
lo que sea por provocar la risa. Los padres y los profesores quizás no
reconozcan que detrás de ese comportamiento revoltoso se esconde el dolor de la
inferioridad. El humor es la clásica respuesta a los sentimientos de baja
autoestima. Esto explica por qué muchos
de los humoristas más famosos tuvieron una infancia dolorosa.
Los padres de
Jonathan Winter se divorciaron cuando él tenía siete años y este solía llorar
cuando los demás niños lo dejaban de lado y se burlaban de él por no tener
padre. La humorista Joan Rivers a menudo bromeaba sobre su escaso atractivo de
niña. Decía que se parecía tanto a un “perro” que su padre tuvo que arrojarle
un hueso de camino al altar para que se casara. Estos famosos cómicos tuvieron
su preparación durante la niñez y usaron el humor como un mecanismo de defensa.
De la misma manera les ocurre a los payasos de la clase, quienes hacen bromas
de todo tipo para ocultar sus luchas internas. Esta reflexión debería ayudarte
a conocer sus necesidades y a tratarlos de forma más efectiva. “Concede, pues,
a tu siervo un corazón que entienda” (1 Reyes 3:9) es la oración que cada padre
y profesor debería hacer.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")