“… Den gracias
al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.” Salmo 106:1 – NVI (Leer: Romanos 8:31-39)
En junio de 2015, en París, se removieron 45 toneladas de
candados de las barandas del Puente de las Artes. Como un gesto romántico, las
parejas grababan sus iniciales en un candado, lo colocaban en la baranda, lo
cerraban y arrojaban la llave al río Sena.
Como este ritual se había repetido miles de veces, el
puente ya no podía soportar más el peso de tanto «amor». Por fin, el gobierno
de la ciudad, para proteger el puente, quitó los «candados de amor».
El propósito de los candados era simbolizar amor eterno,
pero el amor humano no dura para siempre. Aun los amigos más íntimos pueden
ofenderse y no resolver nunca el problema; los parientes, discutir y negarse a
perdonar; los esposos y esposas, alejarse tanto que no recuerdan por qué
decidieron casarse. El amor humano es inconstante.
Pero hay un
amor invariable y duradero: el amor de Dios. Como afirma el Salmo 106:1: «Den gracias al Señor, porque él es bueno; su
gran amor perdura para siempre» (NVI). Las promesas de este amor inalterable y
eterno se encuentran en toda la Biblia. Y su mayor demostración es la muerte de
su Hijo para que los que creen en Él tengan vida eterna. Nada nos separará de
su amor (Romanos 8:38-39).
Señor, te doy gracias por tu amor sin fin, al que estoy
sujeta por el Espíritu Santo que vive en mí.
La muerte y resurrección de Cristo son la medida del amor
de Dios para conmigo.
(La Biblia en
un año: Apocalipsis 19:1-21)
CINDY HESS
KASPER - (DEVOCIONAL
“NUESTRO PAN DIARIO")