“… sean
bondadosos y misericordiosos […] unos a otros…”
Efesios 4:32 (Leer: Salmo 141:1-3)
Cuando era niño, me encantaba leer los libros de L. Frank
Baum sobre la Tierra de Oz. Hace poco, encontré un ejemplar de Rinkitink en Oz,
con todo el material gráfico original. Me volví a reír con las payasadas del
bondadoso e irreprimible rey Rinkitink, a quien el joven príncipe Inga describe
de manera sin igual: «Su corazón es bondadoso y amable, lo cual es mucho mejor
que ser sabio».
¡Qué descripción tan sencilla y sensata! Pero ¿quién no
ha lastimado el corazón de alguien querido con una palabra dura? Al hacerlo,
perturbamos la paz del momento y destruimos gran parte del bien que hemos hecho
por aquellos a quienes amamos. Como dijo Hannah More: «Una pequeña descortesía
es una gran ofensa».
Pero aquí está
la buena noticia: toda persona puede volverse bondadosa. Quizá no podamos predicar un mensaje inspirador,
responder preguntas difíciles ni evangelizar multitudes, pero sí podemos ser
amables.
¿Cómo? Con la oración. Solo así puede ablandarse nuestro
corazón: «Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis labios. No
dejes que se incline mi corazón a cosa mala [o áspera]…» (Salmo 141:3-4).
En un mundo donde el amor se ha enfriado, la bondad que
brota del corazón de Dios es lo más útil y sanador que podemos ofrecer.
Señor, ayúdame a usar mis palabras para alentar a todos.
«Saber que Dios me amó sin límites me impulsa a amar a
otros del mismo modo». Oswald Chambers
(La Biblia en
un año: 1ª Juan 5:1-21)
DAVID H. ROPER -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")