“El pámpano no
puede llevar fruto de sí mismo” Juan 15:4
¿Cuándo empezaste a llevar fruto? Fue cuando viniste a Jesús, confiaste en
su gran expiación y descansaste en su perfecta justicia. ¡Ah, qué fruto
llevabas entonces! ¿Recuerdas aquellos primeros días? Entonces, en verdad la
vid florecía, las tiernas uvas aparecían, las granadas germinaban y las eras de
especias daban su fragancia. ¿Has decaído desde entonces? Si has decaído, te
exhortamos a que recuerdes aquel tiempo de amor, a que te arrepientas y hagas
las primeras obras. Ocúpate continuamente en aquellas cosas que te acercan más
a Cristo, pues es de él de quien proceden todos tus frutos. Cualquier actividad
que te acerque a él, te ayudará a llevar fruto. El sol es, sin duda, un gran
obrero que produce frutos entre los árboles del huerto; y Jesús los produce en
mayor proporción entre los árboles del huerto de su gracia.
¿Cuándo has sido más infructífero? ¿No ha sido cuando has vivido muy lejos
del Señor Jesucristo, cuando has descuidado la oración, cuando te has apartado de la sencillez de tu fe, cuando tus dones en
lugar de tu Señor han absorbido tu atención, cuando has dicho: “Mi montaña
permanece firme; yo nunca seré movido”, y has olvidado dónde reside tu poder?
¿No fue entonces cuando dejaste de llevar fruto? A algunos de nosotros se nos
ha enseñado que fuera de Cristo no tenemos nada, y esto por causa de la
terrible degradación de nuestro corazón delante del Señor. Y cuando hemos visto
la completa esterilidad y la muerte de toda potencia humana, hemos exclamado
angustiosamente: “De él proceden todos mis frutos; yo, por mí mismo, jamás pude
producir uno”. La experiencia nos ha enseñado que cuanto más sinceramente
dependamos de la gracia de Dios en Cristo y atendamos al Espíritu Santo, más
frutos llevaremos para Dios. ¡Que el Señor nos enseñe a confiar en Jesús tanto
para llevar fruto como para gozar de vida!
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)