“…David se fortaleció en el Señor su Dios…” (1 Samuel
30:6 LBLA)
David acababa
de ganar una serie de victorias militares espectaculares. Pero cuando volvió de
la guerra y se encontró que su casa había sido destruida por los amalecitas y
su familia llevada cautiva, se hundió. Él y sus hombres cayeron en tierra y
lloraron hasta que se les secaron las lágrimas. Sin embargo no se quedaron
derrotados. “David consultó al Señor diciendo: —¿Perseguiré a esta banda de
salteadores? ¿Los podré alcanzar? Él le dijo: —Síguelos, porque ciertamente los
alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos” (1 Samuel 30:8). Y el ánimo
que se dio a sí mismo, unido a la dirección de Dios, le condujo a su próxima
victoria. Vemos una enseñanza aquí: tienes que aprender a hablarte de manera
que te animes, a citar las promesas de Dios y a orar por ti. Veamos una promesa
de los Salmos de la que te puedes apropiar: “…Por la noche durará el lloro y a
la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5).
Volverá la alegría; ¡Dios lo ha prometido! Así que
mírate al espejo hoy y declara: ‘Esto también va a pasar. Lo que no me
destruye me hace más fuerte. Mientras tanto, dejaré que esta situación me
acerque más a Ti, Señor’. Vamos, anímate a ti mismo. Las batallas más grandes
resultan en victorias extraordinarias. En medio de tus debilidades puedes
descubrir talentos escondidos. Recordando el peor tiempo de su vida José
afirmó: “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien…” (Génesis
50:20). Y Dios sigue haciéndolo. Es Él, y nadie más, quien controla tu destino;
y Él no es como los hombres. El Señor puede transformar tu dolor en beneficio y
tus cicatrices en victorias. Levántate, enfócate en tus metas y proponte seguir
adelante. Esta es la palabra para ti hoy: aprende a animarte solo.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")


