“La esperanza que os está guardada en los
cielos” Colosenses 1:5
Nuestra
esperanza en Cristo para el futuro es la causa principal y el apoyo más
importante de nuestro gozo en este mundo. Esta esperanza animará nuestros
corazones a pensar frecuentemente en el cielo, pues allí se promete todo lo que
podamos desear. Aquí estamos cansados y rendidos, pero allá está el lugar de
reposo, donde el sudor del trabajo no mojará más la frente del trabajador y la
fatiga desaparecerá para siempre. Para los que están cansados y agotados, la
palabra descanso está llena de cielo. Nosotros estamos siempre en el campo de
batalla, estamos tan tentados interiormente y tan atormentados por los enemigos
de afuera, que casi no tenemos paz. Pero en el cielo gozaremos de la victoria,
cuando la bandera flamee en lo alto triunfalmente, cuando la espada sea
envainada y cuando oigamos decir a nuestro Capitán: “Bien, buen siervo y fiel”.
Hemos sufrido desgracia tras desgracia, pero estamos en camino hacia el país
del Inmortal, donde los sepulcros son cosas desconocidas.
Aquí el pecado nos causa constante aflicción, pero
allí seremos perfectamente santos, pues no entrará nada que corrompa. La cicuta no
brotará en los surcos de los campos celestiales. ¿No es para ti un motivo de
gozo el saber que no serás desterrado para siempre, ni quedarás eternamente en
este desierto, sino que pronto heredarás la Canaán? Sin embargo, que nunca se
diga que estamos soñando con el futuro y olvidando el presente; hagamos que el
futuro santifique el presente para los fines elevados. Por el Espíritu de Dios,
la esperanza del cielo es la fuerza más poderosa para producir la virtud; es
una fuente de alegre actividad; es la piedra angular de gozosa santidad. El
hombre que tiene esta esperanza, va a su trabajo con vigor, pues el gozo del
Señor es su fortaleza. Lucha ardorosamente contra la tentación, porque la
esperanza del mundo venidero rechaza los encendidos dardos del adversario.
CHARLES SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)