“¿Por qué tenéis tanto miedo?…” (Marcos 4:40 CST)
Fijémonos cómo
los discípulos reaccionaron ante la tempestad del mar de Galilea y veamos si
reconocemos algunas de esas características en nosotros:
1) El temor nos hace dudar del cuidado de Dios. Los
discípulos le preguntaron a Jesús: “…¿No te importa que perezcamos?” (Marcos
4:38). No inquirieron acerca de Su fuerza: ‘¿Puedes aplacar la tormenta?’, ni
de Su conocimiento: ‘¿Te das cuenta de que hay una tormenta?’, ni de Sus
capacidades: ‘¿Tienes experiencia en aplacar tempestades?’ En su lugar,
expresaron dudas acerca de Su carácter: ‘¿No te importa?’ Si no lo detienes, el
temor minará tu confianza en el amor de Dios y te hará olvidar Su fidelidad.
2) El temor nos lleva a buscar el control de algo. Jesús estaba
dormido, así que los discípulos lo despertaron y le dijeron ‘¡Venga, haz algo,
rápido!’ El temor se produce cuando pensamos que hemos perdido el control. Al
sentirnos atemorizados nos agarramos a algún aspecto de la vida que podemos
manejar —la dieta, el trabajo, la limpieza de nuestra casa o en muchos casos
las personas—. Cuanto más inseguros nos sentimos, más controladores solemos
volvernos.
3) El temor nos hace olvidar. Leemos en la
Biblia: “…Le llevaron muchos endemoniados, y con la palabra echó fuera a los
demonios y sanó a todos los enfermos” (Mateo 8:16). ¡Excelente currículum el de
Jesús! Pero el miedo nos causa amnesia espiritual, nos hace olvidar lo que
Jesús ya ha hecho y lo bueno que ha sido con nosotros. ¿Cuál fue Su reacción?
“¿Por qué tenéis tanto miedo?…” (Marcos 4:40 CST) La fe no elimina el temor
pero lo silencia, le roba su fuerza y nos acerca a Dios. Al ejercitarla las
cosas empiezan a mejorar.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")